Génesis 1:28: dominio sobre los animales, como si fuesen su propiedad en vez de seres con derechos.
Génesis 9:2: prescribe una auténtica dictadura sobre los animales.
Números 7:87: se hace un holocausto de animales como ofrenda a Dios.
Levítico 22:17-25: habla de sacrificios con animales como ofrendas, como si éstos fuesen simples cosas.
Y lo mismo en Levítico 9:2, Números 6:12, Éxodo 29:40, Levítico 10:14, Éxodo 29:22, Éxodo 29:10-14, Éxodo 29:19-22, Éxodo 22:30, etc.
Estos versículos han fomentado en las sociedades cristianas el maltrato animal, incluyendo fiestas crueles como los toros, los gansos colgantes y muchas otras.
De nuevo, esa concepción no sólo es típica del Cristianismo tradicionalista, sino de casi todas las culturas originadas a partir de cierta fase del Neolítico. En el Paleolítico, que supone la mayor parte de la historia humana, la visión del mundo era muy diferente: el ser humano se consideraba como un elemento más integrante de la naturaleza, como un animal más. Y cazaba a otras especies para conseguir las proteínas que necesitaba, pero sentía mucho más respeto por ellas, a veces pidiéndoles previamente permiso para cazarlas.
El cambio de cosmovisión vino en el Neolítico con las formación de sociedades cada vez más complejas (cacicazgos simples, complejos y reinos) y estratificadas basadas en la guerra, la dominación y la apropiación y cosificación de animales tanto humanos como no humanos.
Alguna vez ha habido alguna excepción honrosa, como San Francisco o el Budismo, que han mostrado más consideración hacia otras especies, pero la norma general ha sido la otra. Por ello, lo lógico es entender los Versículos Dañinos anteriores en ese contexto histórico y social en vez de como el orden establecido por un Dios compasivo.