El buen entrenador se caracteriza por las siguientes cualidades y actitudes:
Es respetuoso con el cliente
Es respetuoso con su libertad y su autonomía. No tiene una actitud prepotente, paternalista ni autoritaria. No impone, exige ni riñe, sino que propone, sugiere y estimula, en un ambiente de serenidad, paciencia y harmonía. Tiene hacia su cliente una actitud positiva, aplicando con él habilidades sociales como valoración de lo positivo, aceptación, tolerancia, amabilidad, empatía y trato en pie de igualdad. Como consecuencia de todo ello, tiende a desarrollar una buena relación con el cliente, en la que hay entendimiento y sintonía.
Sabe motivar
Motiva a través de elogiar los progresos, de aplicar refuerzos y premios y de saber mostrar al cliente todo lo que ganará si persevera en el entrenamiento. Sabe apoyar y animar ante los problemas, contrariedades y la desmoralización. Contribuye a que el cliente tenga fe en que realizando el entrenamiento durante el tiempo suficiente puede alcanzar un nivel alto de satisfacción vital y de bienestar emocional.
Es un guía que conoce bien el camino y lo sabe mostrar
Conoce bien las técnicas para mejorar el bienestar, sabe explicarlas y hacer que el cliente las comprenda y asimile.
Sabe diagnosticar y solucionar
Sabe hacer las preguntas adecuadas para detectar los temas específicos que obstruyen el bienestar del cliente. Sabe escuchar y comprender lo que le está sucediendo al entrenado, así como hacer entender al cliente qué está obstaculizando la mejora de su bienestar y la manera de superarlo.
Hace su trabajo con profesionalidad
– Está comprometido y motivado por la mejora del bienestar del cliente.
– Está orientado al buen rendimiento del cliente.
– Es responsable, riguroso y trabaja con seriedad.
– Actúa como modelo de conducta para que el cliente le imite.
– Mantiene una estricta confidencialidad de la información aportada por el cliente.