¡NO DAÑEMOS!: TAMBIÉN A LA INMIGRACIÓN QUE VIENE A CAUSAR DAÑOS ECONÓMICOS
Un alto nivel de inmigración orientada a la obtención de ayudas públicas puede acabar dañando seriamente la economía y provocar una degradación social, suplantando parcial y gradualmente a la población que tiene la cultura del trabajo, la formación, el progreso, el ahorro y el empleo de éste en inversiones rentables.
Los países ricos y funcionales lo suelen ser porque hay suficiente porcentaje de habitantes generadores, cívicos y contribuyentes netos, con independencia de su raza y origen. Si disminuye esa proporción posiblemente empeore también el funcionamiento de la sociedad.
En pocas décadas puede dar lugar a un importante cambio demográfico y en el perfil sociológico, reduciéndose el porcentaje de la sociedad con mentalidad primermundista (1), orientada a crear riqueza, bienestar, funcionalidad y con visión a medio y largo plazo, y aumentando el que tiene mentalidad tercermundista e inmediatoplacista, que no sólo no está dispuesto a sacrificar una parte de su presente para tener un futuro mejor, sino que buena parte de ese segmento social vota a políticos que les consigan privilegios a costa del primer grupo.
(1) Aclaración: se puede venir del Tercer Mundo y tener una mentalidad primermundista y viceversa.
Los partidos que se nutren de los votos del segundo grupo, el de los listillos poco laboriosos, van creando un sistema clientelar cada vez más extendido de favores a cambio de votos y que puede llevar a un punto de no retorno. Y van cambiando el modelo económico primermundista hacia otro basado más en el gasto y el malgasto que en la inversión y más en vivir subsidiado que en la generación de riqueza. Todo ello puede tener como consecuencia un estancamiento económico o incluso una decadencia, aparte de otros problemas sociales.
Con el tiempo, los que tiran del carro con sentido de la responsabilidad pueden quedarse en minoría respecto a los aprovechados que se tumban cómodamente sobre dicho carro mientras miran complacidos cómo los primeros empujan del mismo con cansancio. De hecho, en algunos países los que producen en el sector privado representan una minoría cada vez más pequeña respecto al total de la población.
Por ello hay el riesgo de que las hormiguitas que generan riqueza con el sudor de su frente cada vez cuenten menos a la par que las garrapatas que quieren vivir del sudor ajeno acaben controlando el poder político e imponiendo un sistema cada vez más abusivo con leyes cada vez más injustas.
Los aprovechados y los políticos que los representan gradual y casi imperceptiblemente (como las polillas que van carcomiendo la madera sin que apenas se note desde fuera hasta que finalmente se cae la viga) van creando mundo cada vez más al revés, que penaliza el esfuerzo, el mérito y la excelencia y premia el abuso, la picaresca y la mediocridad. Un mundo pantagruélico, como en Francia, en que se puede ganar más viviendo de las ayudas sociales que del trabajo honesto o, como en España, en que las autoridades protegen a los usurpadores que okupan y roban viviendas a la vez que atropellan de múltiples formas a los propietarios que han adquirido las mismas de forma honrada. Todo ello era impensable años atrás, cuando la población era más homogénea en su mentalidad económica.
Al final las garrapatas pueden terminar oprimiendo a las hormiguitas tanto autóctonas como importadas que dejaron de ser mayoría. Evitemos esa tiranía antes de que sea demasiado tarde para deshacer el círculo vicioso del que cada vez es más difícil de salir. Porque los partidos políticos que viven de la clientela parasitaria fomentan ese tipo de inmigración para perpetuarse en el poder y seguir disfrutando de sus privilegios. Por ejemplo, en Cataluña lanzaron un programa experimental consistente en dar sueldos de más de 800 euros por no hacer nada y además 300 eur por cada menor a su cargo y eligieron Marruecos como lugar en el que presentar dicha iniciativa, con el mensaje tácito de:
“ -Veniros a mi región y votad a mi partido a cambio de ofreceros una vida privilegiada y cómoda sin tener que trabajar gracias a los múltiples beneficios que os regalaré. Seré para vosotros un Papá Noel con un saco lleno de regalos que os endulzarán la vida y que os iré dando encantado si venís aquí y me mantenéis en el poder.”
Un país sano es un lugar equitativo, en que el individuo tiene una relación win-win, mutuamente beneficiosa, con el resto de la sociedad. Donde se fomenta el toma y daca, de forma que los inmigrantes vengan a recibir del territorio de acogida pero también a dar, a ser respetados pero al mismo tiempo a respetar, a ejercitar sus derechos pero asimismo sus obligaciones y responsabilidades. Cuando ello no sucede, se rompe el equilibrio y se abre una fractura social.
Quien lleve años viviendo de ayudas y no pueda acreditar que ha trabajado la mayor parte de ese tiempo o una discapacidad que le impida lo anterior está abusando de la sociedad y por tanto lo justo es expulsarlo, como en Suecia.
Asimismo, conviene seleccionar bien la inmigración.
Para mejorar en vez de empeorar, integremos a los que no están integrados, intentemos evitar la inmigración nociva y expulsemos a los que dañan a los demás. Un país justo y funcional reacciona con firmeza frente a los abusos.