En muchos estados ya se lleva a cabo mucha política orientada a la calidad de vida de sus habitantes, aunque en todos ellos se podría hacer bastante más. La razón por la que ya se pone en práctica este tipo de política es porque muchos países han accedido a los siguientes estadios:
1. Estado de Derecho, basado en la democracia liberal, los derechos y libertades del individuo, la igualdad ante la ley, la separación de poderes y otros mecanismos para evitar abusos. Incluye diversas políticas orientadas a alcanzar el ideal de Jeremy Bentham de conseguir el máximo nivel de felicidad para el máximo número de personas, como las orientadas a garantizar la seguridad. Dicho ideal era una consigna compartida por los pensadores de la Ilustración, la cual fue el origen de este tipo de estado. De hecho, como consecuencia de ello en la constitución americana se incluyó el derecho a la búsqueda de la felicidad.
2. Estado del Bienestar (material), basado en instrumentos como sanidad pública, pensiones de jubilación, invalidez, orfandad, subsidio de desempleo, ayuda a pobres, a personas dependientes o salario mínimo. Se trata de mecanismos orientados a combatir ciertos sufrimientos humanos, como consecuencia de la precariedad en que se encontraban bastantes personas en el siglo XIX. Eran situaciones para las que el estado de derecho no daba respuesta y que causaron el surgimiento del marxismo y la socialdemocracia.
Las políticas propias del Estado de Derecho y del Estado del Bienestar (Material) sin duda han reducido mucho el malestar e incrementado la calidad de vida. Sin embargo, del mismo modo que desde el siglo XVIII al XX no hemos dejado de evolucionar, en el siglo XXI podemos hacerlo pasando a estadios más avanzados en términos de orientación a la felicidad:
3. Estado del Bienestar Personal, que es el que está orientado a la máxima optimización de la felicidad del máximo número de personas y otros seres sintientes con los recursos disponibles. Ello no significa la consecución de la felicidad absoluta, que muy probablemente es una utopía. Incluye 3 componentes:
Legislación y políticas ambiciosas y eficaces para la mejora continuada del bienestar.
Asignación de recursos al desarrollo de la calidad de vida, que será mayor o menor en función de la riqueza disponible y de en qué medida quieran los ciudadanos dedicar parte de ella a políticas de bienestar en cada país y en cada época.
Excelencia, es decir, eficacia y rigor en el funcionamiento del Estado, lo que también contribuye al bienestar social y a contar con los máximos recursos disponibles para la implementación de las políticas anteriores. Leer más en…
El grado de avance del Estado del Bienestar Personal dependerá del nivel de implementación de las tres pautas anteriores. Evolucionar hacia ese tipo de estado no es ni será fácil, ya que los políticos centran sus políticas principalmente en las preocupaciones más acuciantes de la ciudadanía, como el empleo, el crecimiento económico, la seguridad ciudadana o la inmigración.
Algún país, como Bhután, Reino Unido y Francia, ha mostrado sensibilidad sobre el tema de políticas orientadas al bienestar subjetivo. Asimismo, en julio de 2011 la Asamblea General de la Naciones Unidas aprobó una resolución en la que se invitaban a sus estados miembro a medir la felicidad de su población y a usarlo para ayudar a guiar sus políticas públicas.
Es osado y poco riguroso intentar predecir qué sucederá en el futuro y por tanto me abstendré de hacerlo, pero sí me atrevo a afirmar que:
Del mismo modo que desde el siglo XVIII hasta la actualidad no ha parado de tener lugar una evolución (no lineal, sino con altibajos) hacia una sociedad más orientada hacia el bienestar, posiblemente seguirá dicho avance en el futuro.
Probablemente el progreso hacia la Sociedad del Bienestar Personal tendrá su origen más desde abajo que desde arriba. Como ha sucedido muchas veces en política, primero tiene lugar una evolución en la sensibilidad de la opinión pública hacia ciertos temas y posteriormente los gobernantes adaptan sus políticas hacia esas tendencias sociales.
Por esta razón posiblemente será una evolución lenta, ya que el cambio de mentalidad y prioridades suele llevar su tiempo.
Es probable que ello tenga lugar antes en sociedades avanzadas, prósperas y con un alto nivel cultural. De hecho, es en las mismas donde más se aprecia un creciente interés por parte de la población en el bienestar personal. El perfil típico de gente que más conecta con estos temas tiene principalmente un nivel cultural y económico alto y medio-alto y se localiza principalmente en zonas urbanas, sobre todo en grandes áreas metropolitanas.
Muy posiblemente el aumento de la orientación social y política hacia la felicidad será mayor en épocas de crecimiento económico, poco paro, buena sanidad, educación y, en general, poca preocupación por otros tipos de problemas. Cuando hay otras necesidades y problemas más apremiantes, como la inseguridad ciudadana o la corrupción, se priorizan éstos respecto al bienestar, por mucho que todos quieran ser felices y pongan esta aspiración en lo más alto de su lista. En consecuencia, en épocas de crisis económica o conflictos puede haber incluso una regresión en la orientación al bienestar personal.
No se pueden aplicar de golpe todas las políticas orientadas a la felicidad, sino que más bien es un proceso, comenzando por lo más prioritario y haciendo mejoras graduales.
A continuación se expone qué tipo de política es la más orientada a la calidad de vida: