Paso 1

Te sientas en una silla con la espalda erguida, aunque no rígida, o bien en el suelo con los pies cruzados o, si lo prefieres, te colocas tumbado mirando hacia arriba. Cierras los ojos y observas todo lo que pasa por tu mente tal como vaya llegando a ella en cada momento y lo describes en tercera persona, como si se tratase de la mente de un otra persona. Por ejemplo, puedes decir mentalmente “piensa que esta sesión de entrenamiento de la conciencia es complicada, se pone nervioso, se le tensa la planta de un pie, y también la frente, piensa que no lo va a hacer bien, se siente incómodo, piensa que tal vez esto no sirva para nada, escucha un sonido, siente una molestia en la espalda y desea cambiar de postura …”.

No se trata ni de aferrarse a todos esos pensamientos y sensaciones ni de esforzarse en eliminarlos, sino simplemente de dejarlos marchar.

Cuando sin darte cuenta dejes tu estado de conciencia no focalizada para quedarte absorbido por tu pensamiento normal y corriente, en vez de recriminarte te limitas a describir lo que ha sucedido y dejar que pase de largo el pensamiento, sin juzgar y con actitud de aceptación. En vez de esforzarte por conseguir el objetivo de hacerlo bien o sentirte bien, te limitas simplemente a existir y observar. Te quedas en ese estado hasta que termine la sesión o más rato si lo prefieres.