¿Quieres que te corte los cojones? No, ¿verdad? ¿Entonces por qué consumes carne de cerdos a los que han cortado sus testículos sin anestesia? ¿Quieres que te arranque dientes sin anestesia? ¿Y que te ampute también algún otro miembro que te cause sufrimiento? ¿Qué prefieres: un dedo, una oreja, la nariz o el pene? Porque eso es lo que hacen sistemáticamente con los miles de millones de cerdos explotados y maltratados en las granjas, a los que les cortan genitales, colas y arrancan dientes de forma dolorosa. Porque, según la ciencia, sienten tanto como nosotros, pues tienen los mismos receptores del dolor y estructura del sistema nervioso y cerebral.
Por si fuera poco, para moverlos usan palos con pinchos que clavan en sus genitales (por ser la partes más sensibles) o palos con descargas eléctricas. Ni a los judíos les hacían eso para conseguir que se moviesen.
Esos sufrimientos que les causamos son intensos pero al menos son cortos en el tiempo, en contraste con otros malestares crónicos que les provocamos: los de vivir constantemente encerrados, hacinados (hasta el punto que prácticamente no pueden ni moverse), entre excrementos, sin ver la luz del sol, sin poder tener una vida conforme a su naturaleza y sin poder hacer prácticamente nada de lo que les gusta aparte de comer pienso, beber agua y dormir.
Ello alcanza el nivel máximo con las cerdas, que pasan buena parte de su vida inmovilizadas en sentido literal de la palabra, hasta el punto que no pueden ni darse la vuelta. Obviamente al no poder moverse los barrotes les acaban causando llagas dolorosas.
¿Cómo te sentirías tú si te secuestrasen a ti o a algún ser querido para cometer con vosotros todas o algunas de esas canalladas?
¿Y cómo te sentirías si la única forma de librarte de todo ello sería el día en que te metiesen en un camión para ir al matadero más hacinado de los que estaban los judíos en los trenes hacia Auswitsch?
Los judíos estaban tan angustiados como los cerdos y pasaban también hambre y sed durante esos trayectos en los que no les daban nada de comer ni beber, pero al menos podían sentarse y tumbarse en el suelo del tren. En cambio, a muchos cerdos no tienen espacio ni para poder tumbarse y descansar. Además, a diferencia de los judíos, se golpean con el camión y sufren lesiones.
Y a todo ello hay que añadir su sufrimiento en el matadero.
La buena noticia es que los humanos en general tenemos un lado malvado (con grandes diferencias entre individuos) pero no tanto, ya que la mayoría contamos con una parte en nuestro cerebro, concretamente el córtex prefrontal dorsolateral, donde está nuestro sentido de la justicia. Éste nos dice que hacer daño a los demás está mal, salvo que sea por legítima defensa. Muy psicópata hay que ser para no tener en absoluto ese sentido innato de la ética.
Por ello apelo al mismo para pedirte que por favor consumas carne de animales criados en libertad (como la carne ecológica) o, mejor todavía, sustituyas la carne por proteínas vegetales de alto valor nutritivo, como el tofu, deliciosos yogures de soja, bebida de soja, proteína de cáñamo, proteína de arroz y guisante… leer más.
Hoy en día se ha vuelto muy fácil, ya que buena parte de ello lo puedes encontrar en la mayoría de supermercados y el resto en Amazon.
Ah! Y tomemos también ejemplo de los votantes californianos, que en un referéndum aprobaron en 2018 la Propuesta 12, que supone importantes mejoras para los animales de granja, como que los cerdos tengan suficiente espacio para acostarse, levantarse, extender sus extremidades o girarse libremente.