¡NO DAÑEMOS!: APRECIEMOS LA DIVERSIDAD (SALVO LA DAÑINA)
Todos somos diferentes. Todos tenemos rasgos únicos que nadie o muy pocos tienen. La diversidad es enriquecedora, con el límite del abuso, la injusticia y la crueldad. Es bonito vivir en un entorno con diferentes tipos de personas, fisionomías, peculiaridades, inclinaciones, formas de vestir, de vivir, gustos, etc.
Esa visión es el ideal, pero desafortunadamente es diferente de lo real, ya que el rechazo a lo diferente ha sido y es una gran fuente de daños, maldades y sufrimientos a lo largo de la historia. Existe una base biológica, genética y evolutiva en el género humano que le impulsa a esa repulsa, modulada por la educación y cultura de cada lugar y época.
De hecho, dicha tendencia natural ya se aprecia en el colegio, a veces incluso en forma de bullying, hacia quien tiene sobrepeso, habla con un acento diferente, viste de otra forma, es muy tímido, freaky, etc. En el mundo de los adultos puede ir desde un ligera desaprobación o desprecio hacia inocentes, de forma más disimulada o más explícita, pasando por cierta discriminación hasta una auténtica opresión social.
Algunos elementos inocuos que han generado y generan repulsa son:
Raza o aspecto físico diferente, como les sucede a los albinos en diferentes países de África.
Las capacidades intelectuales muy bajas o muy altas. De hecho, en bastantes lugares del mundo los padres todavía rechazan y se avergüenzan de sus hijos con discapacidad psíquica y los tienen encerrados en sus casas o en cuadras conviviendo con el ganado. Al igual que sucedía antes en los países que hoy en día están bastante civilizados (o menos incivilizados, según se mire), en los lugares todavía atrasados los padres no se atreven a sacar a sus hijos a la calle, porque la gente los ve como un castigo de Dios.
Problemas de salud mental.
Cualquier rasgo que se interprete como defecto, ya sea físico, mental o psíquico.
Otra forma más liviana de no apreciación de la diversidad es el establecimiento de estándares rígidos para todos, pretendiendo que todo el mundo lleve el mismo vestido prêt-à-porter y encima con una talla única. Por ejemplo, está muy extendida la pauta social de la pareja entre un hombre y una mujer con una relación cerrada y que comparten su vida como la correcta. Pero ello no es así, ya que de entrada se puede tener pareja o no.
Si se tiene, se puede convivir con ella o no, puede ser hetero u homo, con una relación sexualmente abierta o cerrada, afectivamente exclusiva o poliamorosa. Y en la mayor parte de esos casos, puede ser desde asexual hasta promiscua pasando por grados intermedios. Y toda esa gran variedad es válida.
En el momento que fijamos un estándar para todos generamos una presión por encajar en él, a veces muy grande, así como la represión de nuestra propia naturaleza y nuestros sentimientos para acoplarnos a la rígida ortodoxia. Y también la sensación de que algo falla en nosotros y en nuestra vida cuando no nos ajustamos completamente al molde, además de frustración y malestar existencial.
La intolerancia hacia la diversidad también implica forzar, no vivir conforme a nosotros mismos, desequilibrio interior, desarmonía, descompensación entre lo que somos y cómo vivimos, o entre esto último y lo que intentamos fingir. Y también falta de autoestima y rechazo social a quienes se salen del canon social. Incluso puede llevar al odio, marginación, agresiones verbales e incluso físicas, y hasta hacer un infierno de la vida de los demás o asesinarlos.