Un tipo de personas inocentes que han sido especialmente víctimas de la malicia humana a lo largo de muchos siglos ha sido y lo sigue siendo las prostitutas.
Me di cuenta de esa injusticia en mi adolescencia. Creo que el primer día que tomé conciencia de ello fue uno en que iba en autobús desde Barcelona a Castelldefels y en él habían 3 hombres señalando a una trabajadora del sexo que había en el arcén de la autovía y a la que llamaban guarra, al mismo tiempo que sentían deseo sexual hacia ella; atracción y desprecio al mismo tiempo.
Un desprecio ampliamente extendido socialmente y que se ve reflejado en el gran número de vocablos despectivos que se han inventado y popularizado a lo largo de la historia para designar a estas mujeres inocentes: puta, ramera, fulana, etc. Palabras a las que la sociedad ha dado connotaciones tan degradantes que se usan como insultos, incluyendo el muy usado “hijo de puta”, una gran falta de respeto para hijos sin ninguna culpa de mujeres que no hacen ningún mal a nadie.
Debido a esa denigración social, cuando las prostitutas se manifiestan en contra de la prohibición de su profesión suelen hacerlo con máscaras, mascarillas u otras prendas para ocultarse, ya que se avergüenzan ¿Qué clase de sociedad es la nuestra que quita su dignidad a seres humanos que no hacen daño a nadie?
El rechazo a estas señoras lleva a que sean de forma general excluidas y estigmatizadas, siendo en muchos círculos de amigos impensable incluir a ninguna de ellas. Ello es así incluso en los Países Bajos, el más pionero en materia de protección de este tipo de profesionales (así como en otros temas). Allí están legalizadas, dadas de alta en la Seguridad Social como cualquier otra profesión y protegidas, pero incluso esa sociedad tan abierta, tolerante y avanzada todavía las margina injustamente.
La discriminación y exclusión social suelen causar daños morales a todas o casi todas sus víctimas (como baja autoestima, soledad, sentimiento de ser marginado y oprimido, etc.), a veces muy grandes, causando incluso suicidios.
Las prostitutas se enfrentan a múltiples perjuicios en el día a día, sobre todo por parte de gente religiosa conservadora, como vetarlas en el alquiler de viviendas y la venta de productos y servicios por considerar que son “pecadoras” o “inmorales”. También el rechazo de familiares y amigos, a veces el acoso, la violencia física y otro tipo de abusos. En algunos países están proscritas, lo que contribuye todavía más a que la gente las vea como criminales y que la policía y las autoridades se ensañen con ellas.
Ese entorno poco inclusivo o incluso hostil las lleva a avergonzarse tanto ellas como sus padres e hijos. A veces, éstos últimos son víctimas de bullying y aislamiento social en el colegio a causa de la profesión de su madre.
¿Por qué tanta maldad con personas inocentes? El origen de esa malignidad está principalmente en la moral puritana, que sigue estando muy presente en ambientes religiosos tradicionalistas, pero también en menor medida círculos más secularizados, abiertos y modernos, ya que siguen quedando secuelas de tiempos pasados.
Liberémonos de esa rémora, dejemos de pisotear la reputación y el honor de las trabajadoras del sexo, porque la realidad es que no hacen ningún daño a nadie, sino todo lo contrario: satisfacen necesidades vitales de otras personas y por tanto contribuyen a su bienestar. La relación prostituta-cliente es muy limpia en la medida en que sea libremente consentida y ambas partes cumplan su parte del pacto: una se compromete a ofrecer un servicio sexual y la otra a pagarle una determinada cantidad de dinero.
Otra de las fuentes de rechazo a la comercialización del sexo es la moral de herencia marxista. Leer más en…
¿Qué puede hacer una persona bienintencionada para ayudar a las trabajadoras de sexo?: ante todo respetarlas, tratarlas en pie de igualdad, normalizarlas e incluirlas. En segundo lugar, estar a favor de leyes que las protejan, que las tenga en cuenta a ellas, leyes más inclusivas, como piden las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, Amnistía Internacional o Human Rights Watch.
Y también compartir. Con ello contribuirás a un mundo más feliz y justo en que vivir.