¡NO DAÑEMOS!: RECONOZCAMOS EL DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN
El no reconocimiento del derecho de autodeterminación de cualquier territorio ha sido la causa de muchas guerras de independencia en los diferentes continentes, como la de Grecia y otros países balcánicos frente al Imperio Otomano o la de Estados Unidos y bastantes colonias latinoamericanas, africanas y asiáticas hacia sus respectivos imperios europeos. También la de los Países Bajos respecto a España, la de ésta respecto a la Francia napoleónica, la de Francia respecto al Tercer Reich y un largo etcétera a lo largo de la historia.
A veces dichos conflictos han ido acompañados de genocidios, como el cometido por el ejército pakistaní en Bangladesh, en que fueron asesinadas entre 300.000 y 3 MILLONES de inocentes y violadas entre 200.000 y 400.000 mujeres. Otro ejemplo es la masacre de los nacionalistas turcos con los armenios, en que fallecieron entre 1,1 y 2,1 MILLONES de víctimas.
Pero todo ello no es algo de un pasado más o menos lejano, porque más recientemente ha sucedido con Croacia, Bosnia o Kosovo respecto a Serbia, Sudán del Sur frente a Sudán o Eritrea frente a Somalia. Y actualmente sigue sucediendo con Palestina/Israel o la guerra del Donbás, que ha escalado a la guerra entre Rusia y Ucrania.
Todo lo anterior ha ido acompañado no sólo de millones de muertos, sino también de amputados, heridos, torturados, traumatizados, violadas, huérfanos, madres que han perdido a hijos, familias que han perdido sus casas, desplazados y refugiados, empobrecidos y otro tipo de víctimas. ¡CUÁNTO SUFRIMIENTO QUE SE PODÍA HAVER EVITADO simplemente dejando que en cada territorio la gente pueda decidir su futuro por mayoría!
¡Cuánto dolor causado por egoísmo negativo!: por intereses económicos o por el deseo de no perder territorio, poder y relevancia internacional. Cuántos daños causados por el dogma irracional de la unidad nacional (semejante al que había antes de la sagrada indisolubilidad del matrimonio), por un conservadurismo insano que se aferra a que nuestro país siga siendo como siempre fue y/o por un nacionalismo tóxico obsesionado con el relato aprendido de niño de lo que constituye la “nación”.
Pero lo justo es que del mismo modo que cualquier individuo tiene derecho a decidir libremente sobre su vida sin hacer daño a nadie, cualquier territorio tenga derecho a elegir su futuro por mayoría suficiente de sus habitantes sostenido en el tiempo. Un porcentaje razonable sería, por ejemplo, un 65%, aplicado por las Naciones Unidades en casos como el Quebec.
Algunos alegan, para rechazar la autodeterminación de los pueblos, el derecho internacional. Concretamente afirman que según el mismo la autodeterminación sólo es aplicable a colonias, así como el principio de integridad territorial. Pero que el derecho sea internacional no quiere decir necesariamente que sea justo ni civilizado, sino simplemente que es el que han acordado la mayoría de países. Y éstos se mueven en gran medida por sus intereses egoístas, incluyendo el deseo de la mayoría de estos y sus habitantes de que no haya cambios en el status quo territorial de su estado.
A fin de cuentas, también formaba parte del derecho internacional la esclavitud o, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, el derecho de conquista. Por ello hasta los años 50 y 60 no se han desmantelado imperios como el británico y el francés. Y también era internacional el derecho a violar mujeres en las guerras, no aboliéndose hasta las Convenciones de Ginebra 1949 y no tomándose en serio hasta los años 90, en que algunas mujeres accedieron a altos cargos de la ONU.
Cuando el derecho a decidir de un territorio se pisotea con la violencia es una barbarie que causa de sufrimientos, a veces muy grandes. Está basado en “might is right” (el poder es derecho) en vez de la justicia. Por ello probablemente algún día se verá eso como algo incivilizado, del mismo modo que nosotros vemos como analfabrutas y arcaicas prácticas de siglos pasados que hoy en día tenemos superadas.
Tomemos ejemplo de Canadá y Reino Unido, que concedieron al Quebec y a Escocia el derecho a llevar a cabo un referéndum de independencia.
Por otro lado, también constituye un abuso cuando una minoría, de forma autoritaria, quiere imponer la independencia a la mayoría. O cuando, para ello, emprende acciones que dañan la economía que tanto aprecia el resto, bloquea infraestructuras que pertenecen a todos, vulnera legítimos derechos o de otras maneras fastidia a los demás.
¡RESPETEMOS SIEMPRE LA CLARA VOLUNTAD DE UNA CLARA MAYORÍA DE CUALQUIER TERRITORIO!
Gracias por compartir para evitar guerras, conflictos y malestar innecesarios.