Intentemos no perjudicar ni molestar, porque lo primero es un daño de nivel medio y lo segundo de intensidad baja, pero daño a fin de cuentas.
1. PERJUDICAR
Para entendernos, perjudicar sería lo que coloquialmente se llama dar por saco, dar por culo o joder a los demás, como, por ejemplo, manifestarse cortando calles y carreteras o bloqueando aeropuertos o trenes. También lo sería cuando los piquetes no dejan ir trabajar a los que así lo desean. Todos tenemos el derecho a manifestarnos, pero se puede hacer de forma considerada o causando perjuicios a los demás y pisoteando su derecho a la libre circulación.
De hecho, lo ideal sería que cada municipio tuviese una zona específica para manifestaciones, eventos públicos, celebraciones y festejos, desde procesiones religiosas hasta el Gay Pride. Y que fuese obligatorio realizar estas concentraciones de gente en los mismos. Para no alterar la vida de la de la ciudadanía, los espacios ideales son los típicos en que apenas hay peatones ni tráfico. Y allí los participantes pueden gritar y hacer todo el ruido que quieran, quedarse todo el tiempo que deseen e ir vestidos o desvestidos según les plazca, pero todo ello sin meter sus dedos en los ojos de los demás.
Otra forma de perjudicar es tirar petardos y cohetes, que puede ser desagradable para algunas personas, pero sobre todo causa mucha ansiedad a bastantes animales. Tanto es así que algunos tienen que dar Valium a sus mascotas o incluso huir a otro lugar los días festivos en que se tiran petardos para que sus perros no sufran. Habiendo tantas formas placenteras de divertirse, ¿por qué hay que buscar una que haga daños a los demás?
Otro tipo de desconsideración es la falta de respeto hacia lo ajeno, como, por ejemplo, alquilar un piso y ser descuidado con el mismo porque es de otros, dejándolo en mal estado. O malgastar la electricidad y otros recursos en lugares ajenos, como un centro de trabajo o un hotel, que no se despilfarrarían si los tuviésemos que pagar nosotros, aplicando por tanto la ley del embudo: ancho para nosotros y estrecho para los demás.
Relacionado con lo anterior, otro de incivismo es malgastar el dinero de todos, como un exceso de cargos políticos, asesores y funcionarios, de organismos públicos o de asociaciones subvencionadas. También lo es dar a ciertos políticos pensiones de por vida o construir infraestructuras que apenas se usan para conseguir votos en las zonas donde se crean, tirando el dinero por la ventana de una manera que no harían si lo tuviesen que pagar con su propia cartera. O coger el capazo lleno de los billetes de todos para ponerse a lanzarlos al aire con el fin de mantener a personas subsidiadas que no trabajan a pesar de que podrían hacerlo si quisiesen, todo ello con el fin crear un sistema clientelar de votos a cambio de ayudas, etc.
Tomemos ejemplo de culturas rectas como una regla. Es el caso de los Países Bajos, donde prima la ética de administrar bien el dinero público, incluso más que el privado, y cuidar los recursos ajenos mejor que los propios. O de los nórdicos, en que políticos de alto nivel van en bicicleta o transporte público a sus oficinas en vez de usar coches oficiales o en que los parlamentarios cuando están en la capital duermen en pequeños estudios con lavadoras compartidas en vez de recibir grandes dietas.
Otro modo de dar por saco es denunciar a alguien que ha incumplido algún precepto legal pero sin hacer daño a nadie. ¿No sería mejor que nos metamos en nuestros propios asuntos y dejemos a los demás en paz?
Un ejemplo de molestar sería gritar o hablar en voz muy alta en lugares donde hay más gente. Aprendamos de países más cívicos, como Alemania o Suiza, que tienen una cultura de hablar de manera que no moleste. En esta última incluso pueden multar por escuchar un vídeo con cierto volumen en el móvil en la calle.
Otro ejemplo sería ensuciar lugares públicos o zonas comunes de edificios, hacer pintadas o, peor todavía, dañar elementos que haya en los mismos, como romper mobiliario urbano o quemar contenedores de basura. Porque una minoría no tiene derecho a hacer lo que quiera con lo que pertenece a todos.
Aprendamos de las culturas más civilizadas en este sentido, como de la japonesa, que es tan considerada que cuando están resfriados llevan mascarillas para no contagiar a los demás. O de las nórdicas, donde son tan educados que los primeros que llegan al parking del trabajo en coche aparcan lejos de la puerta para que los últimos puedan aparcar cerca y así llegar a la hora.
En la época de los shogunes y los vikingos no eran así, sino más bien todo lo contrario. Si ellos han conseguido mejorar tanto, pasando incluso del gris muy oscuro a otro bastante blanco, ¿por qué no va a poder hacerlo cualquier sociedad si hay suficiente gente que se lo proponga?
Ahora bien, tampoco conviene llevar la cultura de la consideración al extremo, ya que ello daría lugar a situaciones de abuso. Por el contrario, reconozcamos las 3 molestias que sí son legítimas… leer más en…
Por otro lado, no sobrerreaccionemos a simples molestias, sino que seamos proporcionados en las reacciones: grandes para daños grandes, medianas para perjuicios medianos y pequeñas para molestias pequeñas. Usemos el martillo para deshacer escombros pequeños y el mazo para los grandes y no al revés.
Difundamos la cultura de la sana consideración hacia los demás, si queremos que nuestra sociedad sea más civilizada y agradable para vivir. Para ello es fundamental la educación de los niños y adolescentes y la concienciación entre adultos.
El edificio del civismo no se construye por sí solo, sino con los ladrillos que colocan muchos, para lo cual es necesario hacer pedagogía, convencer y dar difusión este tipo de mensajes.