¡NO DAÑEMOS!: SEAMOS IGUALITARIOS EN DERECHOS Y TRATAMIENTO, AUNQUE NO EN RIQUEZA
Una forma de dañar a los demás es la discriminación en cuanto a derechos y libertades, dando prebendas a unos y quitando a otros sus legítimos derechos, como ha acontecido de forma flagrante desde el Neolítico hasta recientemente entre hombres y mujeres. Y, de hecho, en bastantes países todavía sucede.
Incluso en los países avanzados se da una consideración muy diferente a un hombre con múltiples aventuras sexuales (es un conquistador) que a una mujer que hace lo mismo (es una puta)… leer más…
En África y otros lugares del planeta hay gobiernos que conceden privilegios a ciertas etnias, mientras que oprimen a otras. Y en la mayor parte del mundo no se dan a los homosexuales los mismos derechos que a los heterosexuales, incluyendo a bastantes países del primer mundo que todavía no reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Seamos equitativos, también en el tratamiento. Si queremos que una persona nos llame de Usted o nos trate de señor, nosotros también tenemos que tratarla de esta manera, pues un trato desigual sería una falta de respeto y contrario a su dignidad.
Evitemos intentar imponer saludos reverenciales, como inclinar la cabeza o besar la mano, así como tratamientos desigualitarios como Majestad, Excelencia, Ilustrísimo, Honorable, Señoría, Su Santidad o Eminencia, ya que puede resultar humillante para aquel al que se obliga a darlos. El respeto se gana o se pierde con una conducta íntegra o abusiva y no con títulos pomposos. Aprendamos de Estados Unidos, donde John Adams propuso dirigirse al Presidente George Washington como Su Majestad o Su Alteza, pero el Congreso lo rechazó, prefiriendo el tratamiento mucho más igualitario de Presidente de los Estados Unidos, Sr. Presidente o Sr. Washington.
Del mismo modo, los títulos nobiliarios son propios de sociedades arcaicas en que los conquistadores robaban la tierra a los vencidos y se convertían en aristócratas que sometían y explotaban a los segundos. Son reminiscencia del Antiguo Régimen, injusto y atrasado, por lo que no deberían tener cabida es países modernos y avanzados. De nuevo, tomemos ejemplo de Estados Unidos, donde están prohibidos. Incluso hubo una propuesta todavía no aprobada de retirar la ciudadanía a quien tenga títulos nobiliarios concedidos por otros países.
En las organizaciones, aprendamos de los países nórdicos o Nueva Zelanda, en los que hay poca distancia de poder y jerarquía, existiendo un ambiente laboral bastante igualitario, siempre dentro del límite del buen funcionamiento de la empresa.
En cambio, no es justo que haya igualdad económica si no hay igualdad de esfuerzo realizado y riesgo asumido. Es un robo intentar igualar más de lo razonable las cosechas de dos campesinos cuando uno trabajó durante 10 horas cada día a lo largo del año y el otro sólo lo hizo durante 5 horas.
Es absolutamente injusta la llamada “justicia social” que pretende equiparar excesivamente a hormigas que trabajan muchas horas, que lo hacen intensamente, que dan lo mejor de sí mismas y/ o que ahorran el dinero que ganan para dedicarlo a inversiones productivas con las cigarras que hacen lo contrario. Igualarlas en los frutos de lo que han hecho o dejado de hacer, pero no en esto segundo es un expolio.
Todo ello es contrario al sentido innato de la justicia que tenemos y que compartimos con otras especies. Se han hecho incluso experimentos con niños y chimpancés en que se vio que a todos ellos les parecía justo dar lo mismo en la misma situación, pero no en situaciones diferentes.
Por ejemplo, la pareja de un amigo mío trabajaba como dependiente en Zara, ganando un sueldo más bien bajo. Para progresar económicamente, durante su tiempo libre, las tardes y fines de semana, cursaba un Máster en Comercio Internacional, mientras sus compañeros de trabajo se relajaban viendo la televisión o haciendo lo que más les apetecía.
Con sacrificio, el primero pudo terminar el Máster y ascender a un puesto mejor remunerado en el Departamento de Import & Export de esa multinacional. Por tanto, de ser igual económicamente a sus excompañeros de tienda pasó a ser desigual porque su nivel de esfuerzo fue muy desigual. Esa desigualdad es lo justo y pretender mutualizar su nuevo sueldo más elevado con el de aquéllos sería un gran abuso.