¡NO DAÑEMOS!: SEAMOS IMPARCIALES Y NO APLIQUEMOS DOBLES VARAS DE MEDIR
Un tipo de injusticia es aplicar dobles varas de medir, es decir:
1. Sobrerreaccionar con ciertos abusos que cometen determinadas personas o grupos, normalmente rivales.
2. Infrarreaccionar o no reaccionar con otros del mismo calibre o mayores pero cometidos por otros individuos o grupos, normalmente aquellos con los que nos identificamos.
O sea, dar un puñetazo a alguien por algo que ha hecho y, en cambio, pegar suavemente o incluso dar una palmadita en la espalda a otro por hacer exactamente lo mismo.
En vez de ello pongámonos en los ojos la venda de Justitia, que representa la imparcialidad y la objetividad. Justitia es una escultura que empezó a usarse en el Renacimiento y que a partir de entonces simboliza la justicia, por lo que puede verse en los juzgados y tribunales. Está inspirada en la figura romana de la diosa de la justicia y es comúnmente representada con una venda sobre los ojos, lo que simboliza que no se deja influenciar por la apariencia, el estatus social, la riqueza, la raza, o cualquier otro factor externo que pueda desviar el juicio.
La venda indica que la justicia debe ser ciega ante los prejuicios, juzgando únicamente en función de los hechos objetivos. Además de la venda, la diosa Justitia suele sostener una balanza en una mano, que simboliza la necesidad de pesar y equilibrar cuidadosamente las pruebas.
Ese es el ideal, pero a menudo difiere de lo real, ya que son frecuentes las dobles varas de medir. Ello es algo muy típico de la psicología de grupos y bandos, pues el cerebro humano tiene un sesgo distorsionador en caso de conflictos. A continuación 3 ejemplos recientes con los que se va a entender muy bien: Rusia/Ucrania, Israel/Palestina y Cataluña/España.
RUSIA/UCRANIA
El primero es la guerra entre Rusia y Ucrania. Ambos países y los prorrusos del Este del Donets y el Lugansk han cometido atrocidades desde que comenzó la guerra del Donbás en el año 2014, lanzando misiles a viviendas o edificios no militares, como escuelas, hospitales o mercados, matando a civiles inocentes, torturando, etc. Si alguien no lo cree a causa de que los medios de comunicación de su país le han informado sólo de los atropellos del bando contrario, lo puede comprobar en Wikipedia, la web de Amnistía Internacional, etc.
Tanto Rusia y los prorrusos del Donbás, por un lado, como Ucrania y Occidente, por el otro, ponen el grito en el cielo cuando esos atropellos los comete el enemigo y hablan de crímenes de guerra que deben ser llevados a la Corte Internacional de la Haya.
Sin embargo, callan cuando es su bando quien los comete, apoyándolo de forma más o menos incondicional, incluyendo a los más crueles y criminales del mismo, como el Grupo Wagner y Kadírov por parte rusa y el Regimiento Azov (formado en gran medida por neonazis y fascistas) por el lado ucraniano. Incluso los medios de comunicación de ambos lados, incluyendo los occidentales, informan (o desinforman) de manera muy asimétrica.
Cuando hay un conflicto en que ambas partes violan derechos humanos de inocentes, ello no es como un partido de fútbol en que hay que elegir rápidamente un equipo al que defender incondicionalmente. Por el contrario, a que a quien procede defender es a las víctimas inocentes de ambos bandos y posicionarse contra los abusadores de los 2 grupos.
ISRAEL/PALESTINA
Otro ejemplo son las atrocidades que cometen los gobiernos de Israel y Palestina contra inocentes del otro bando. Ambos adoptan una actitud victimista con los atropellos sufridos por su enemigo, pero justifican los que cometen ellos, incluso con niños y otros inocentes.
Y lo mismo hacen los gobiernos e individuos occidentales que se posicionan a favor del gobierno israelí, así como los ultraizquierdistas y musulmanes que dan su apoyo a Hamás.
CATALUÑA/ESPAÑA
El último ejemplo es el de independentistas y españolistas en Cataluña, un tema que conozco muy bien porque vivo en este país (según los primeros) o región (según los segundos). Pues bien, los nacionalistas catalanes se han venido quejando una y otra vez, poniendo el grito en el cielo, de los agravios cometidos por España contra Cataluña, como el expolio fiscal (Cataluña ha venido pagando durante años muchos más impuestos a España que las contraprestaciones que recibe, yendo parte de su dinero a otras regiones) o la insuficiente inversión en infraestructuras.
También sobre el recorte del Estatuto de Autonomía (una especie de constitución regional) aprobado por la mayoría de catalanes, el pisoteo del derecho a decidir de éstos sobre su propio futuro o las cargas policiales contra votantes inocentes en el referéndum de independencia no autorizado por el Estado Español.
¡Y tienen razón! Ahora bien, cuando les comentas los agravios que ellos cometen no sólo no los condenan, sino que incluso los justifican. Entre estos están la declaración unilateral de independencia con menos del 50% de apoyo social (con perjuicios económicos y tensión social), los cortes de infraestructuras o el bloqueo de un aeropuerto y estaciones de tren. O la agresión a alguna persona por llevar la bandera española, las pintadas en la casa de algún individuo que colocó dicha bandera o marginación de algún niño inocente en el colegio porque sus padres pidieron que se aplicase la ley que obliga a impartir algunas asignaturas en español.
Frente a ello, se van por la tangente, dando excusas absurdas como que España es un Estado opresor. Pero, ¿acaso ese pobre niño es el «Estado opresor»? ¿O qué culpa tiene de lo que haya hecho ese gobierno un pobre pasajero que no puede coger su tren para regresar a su casa? Y con los españolistas sucede lo mismo, pero al revés. En realidad, son los mismos perros, pero con diferentes collares.
Os aseguro que es algo que me colapsaba. Ahora me lo tomo con más calma, ya que de la observación y la constatación científica he ido dándome cuenta que el cerebro humano está diseñado para ello, al menos en muchas personas, sobre todo las gregarias y rebañistas. Pero ello puede resultar altamente nocivo, ya que, si hay impunidad o laxitud con ciertos abusos, ello es el medio ambiente perfecto para que se perpetúen.
Lo bueno es que cuando nos damos cuenta, tendemos a evitarlo. Si lo haces, viviremos en un mundo mejor, con menos injusticias y daños. Dicen que no se puede ser juez y parte, pero en realidad sí se puede. Por tanto, no seamos partidistas, sino imparciales. No seamos sectarios, sino objetivos. No veamos todo en función de nuestro interés, el de nuestros seres queridos y nuestro grupo, sino de una forma más global y neutral.
Pero ello no es suficiente, sino que es necesario que el resto de los 8.000 millones de habitantes del planeta también sean justos, por lo que te animo a compartir con todos o la mayor parte de tus contactos y en todas tus redes sociales.