La cosificación es algo muy típico humano, que se ha ejercido durante miles de años con otras razas, etnias, tribus, los esclavos, siervos, las mujeres o incluso los propios hijos. Pero sobre todo con otras especies.
Por ejemplo, muchos zares rusos usaban a los siervos, que constituían el grueso de la población, como carne de cañón para sus conquistas que permitieron que Rusia se convirtiese en uno de los imperios más grandes. Y, de hecho, el Kremlin sigue utilizando a los siberianos y otras minorías étnicas como piececitas en el tablero de su guerra de Ucrania, muriendo o resultando heridos por cientos de miles (usar y tirar).
La cosificación parte de nuestra naturaleza hiperdepredadora y egoísta, por la que nuestro afán de satisfacer nuestras necesidades y deseos nos lleva a emplear a otros como meros instrumentos para ello.
Por ejemplo, los antiguos patricios romanos, los europeos dueños de plantaciones en la Américas o latifundistas en los diferentes continentes buscaban el mejor estilo de vida para sí mismos y sus seres queridos, con el máximo tiempo de ocio en las mejores mansiones y villas y con todo tipo de lujos posibles. Para ello necesitaban esclavos a los que explotar. Y para obtener su máxima productividad era necesario maltratarlos. Para hacer eso se requiere no tener empatía con los sufrimientos causados a los abusados y para ello es preciso primero etiquetar y cosificar.
Como el córtex prefrontal izquierdo de cerebro, donde está nuestro sentido innato de la justicia, sabe que eso está mal, nuestro oportunismo nos lleva a buscar rápidamente narrativas justificadoras de la cosificación, que suelen ser muy tontas… leerlas en…
Esos relatos suelen apelar, entre otras cosas, a la supuesta superioridad del victimizador respecto a sus víctimas cosificadas, aunque no haya ningún fundamento para ello, formándose un narcisismo perverso. Es lo que hacían los antiguos romanos con sus pueblos sometidos, a los que llamaban bárbaros. Por ejemplo, de los germanos decían que eran animales que sólo se parecían a los humanos en que caminaban con 2 patas y en que podían hablar y cantar.
Esas doctrinas sacadas de la manga a medida exacta de nuestros intereses es algo típico del homo sapiens a lo largo de la historia. Y es lo que permitió, por ejemplo, transportar entre 12 y más de 20 millones de esclavos africanos a América en condiciones durísimas en barcos negreros.
Una vez llegaban, separaban los diferentes miembros de las familias y los vendían a diferentes plantaciones, donde tenían que trabajar hasta 20 horas al día. Se usaba con ellos en el día a día el látigo para conseguir objetivos de productividad y disciplina. La desobediencia era castigada con crueldad, a veces con torturas muy dolorosas. El esclavo era un mero objeto, básicamente bajo la total arbitrariedad de su amo. Incluso era normal violarlos. Su esperanza de vida solía ser baja en plantaciones y minas, ya que económicamente salía más a cuenta exprimirlos y reemplazarlos por otros.
Por ejemplo, el escritor romano Séneca describió el papel de los esclavos en una cena en casa de su amigo Lucilio:
“Los esclavos infelices no pueden mover sus labios ni tan siquiera para decir una palabra. Cualquier murmullo se controla con una vara; ni siquiera los sonidos involuntarios: una tos, un estornudo, un atragantamiento, están exentos del látigo. Si una palabra rompe el silencio, el castigo es severo. Hambrientos y mudos, están de pie toda la noche (…) Abusamos de ellos como de los animales de carga (Nardo, 51).”
Todo ese maltrato estaba normalizado en esas sociedades, debido a la cosificación. La rebeliones eran aplastadas sin piedad, como la de Espartaco, en la que los 6.000 esclavos supervivientes fueron crucificados a lo largo de la vía Apia, muriendo cruelmente al ser picoteados por las aves de carroña.
En la rebellion Zanj en el califato abásida, concretamente en lo que es el actual Irak, por parte de esclavos de origen sobre todo negro, pero también iraní y magrebí, hay estimaciones de que murieron entre 500.000 y 2,5 millones de personas.
Algunos pensarán que todo eso es agua pasada. ¡NOO! Aparte de que en algunos lugares se sigue cosificando a esclavos, mujeres, niños y otro tipo de humanos, existe una gran reducción a mercancía con los seres sintientes no humanos.
Seguimos buscando la mejor vida para nosotros y nuestros seres queridos a costa de convertir a los demás en meros objetos. Por ejemplo, si podemos, hacemos los mejores planes, las mejores escapadas y vacaciones en los mejores destinos y hoteles a nuestro alcance, con piscinas y, como no, con un buffet con buena carne y pescado, pero a un buen precio, aunque sea a costa de explotar y maltratar a los animales no humanos en condiciones miserables de por vida.
En la cena seremos tan agradables con nuestros familiares o amigos como lo eran los antiguos patricios romanos. Nos divertiremos tanto como ellos, incluso bromearemos desenfadadamente y reiremos como ellos, pero con una diferencia: nos haremos alguna foto con esas típicas sonrisas beatíficas con las que parecerá que somos muy majos e incapaces de romper un plato.
Pero todo ello es una mera fachada, un bonito decorado de cartón piedra como el que usaban nazis cuando la Cruz Roja iba a inspeccionar los campos de exterminio.
Porque detrás de nuestras sonrisas encantadoras y nuestra amabilidad, se encuentra la cruda realidad provocada por nuestra cosificación: el genocidio que cometemos con animales no humanos y que alcanza cifras astronómicas de dimensiones tales que no tienen nada que ver con los mayores holocaustos de humanos, como los provocados por el Comunismo en países como China (40-80 millones), la Unión Soviética (decenas de millones) o Camboya (1,5-2 millones), por los nacionalismos como el nazismo alemán (16-17 millones), el japonés (10-30 millones) o el turco (1,2-1,6 millones), o las religiones como el islam (decenas o cientos de millones) o el cristianismo (millones): ¡Más de 2 BILLONES con B de animales son asesinados cada año! ¡20 BILLONES en 1 década! Pensemos que toda la población humana asciende actualmente a 8.000 millones.
Se trata no solamente de un crimen a gran escala, sino con un considerable nivel de crueldad. Porque la gran mayoría de esas criaturas asesinadas han vivido en condiciones penosas en granjas industriales, piscifactorías, laboratorios, etc. Y muchos han sufrido maltrato. Normalmente se los mantiene en el mínimo de espacio, ya que es más rentable, como sucedía con el comercio marítimo de esclavos.
Para ejercer tanta maldad hacia inocentes es necesario primero cosificarlos, lo que permite desempatizar, por lo que recurrimos mentalmente al especismo supremacista y al antropocentrismo.
Para reempatizar y descosificar, pongámonos en su piel. De hecho, desde hace un tiempo están apareciendo en la prensa noticias sobre posibles extraterrestres que llegan a la tierra. Pues bien, imagínate que se creen superiores a nosotros, que nos consideran simples objetos para su uso y disfrute y que, por tanto, pueden hacer casi todo lo que quieran con nosotros. Visualiza que nos etiquetan como simples elementos a pisotear, tal como hacían los nazis con los judíos.
Por ello os secuestran a ti y a tus seres queridos y os hacen todas las cosas que hacemos nosotros con el resto de especies. ¿Cómo te sentirías?
Como eres un ser sintiente todo eso te causa daño, pero ellos no empatizan con tus sufrimientos, ya que consideran que como no tienes la etiqueta adecuada no mereces compasión ni derechos.
¡Lo que no quieras que hagan contigo no lo hagas con los demás!
Gracias por compartir si aspiras a un mundo en que no se reduzcan a meras cosas personas y otro tipo de seres que sienten,