¡EVITEMOS DAÑOS!: DEFENDÁMONOS A NOSOTROS Y A LOS DEMÁS
Tenemos el derecho a la legítima defensa. Por ello, si alguien abusa de nosotros o de los demás, en vez de quedarnos pasivamente de brazos cruzados mejor defendámonos y defendamos a otros.
Empecemos de la manera más pacífica y asertiva posible, pero si el agresor no rectifica reaccionemos con más firmeza. Y de forma excepcional, si no queda más remedio para evitar el atropello, se puede incluso recurrir a la violencia.
ASERTIVIDAD
Conviene intentar resolver los conflictos de manera asertiva. En realidad, no soy la persona más adecuada para hablar de esta cualidad, ya que mi tendencia natural es claramente justo-recto-justiciera y a veces puedo tener muy mala leche con las injusticias. Pero haber leído algo sobre asertividad me ayuda a intentar moderar mis reacciones cargadas de indignación y agresividad defensiva frente a los abusos.
La asertividad consiste en decir lo que uno piensa, siente y quiere de forma respetuosa con los demás. Supone defender los propios derechos o necesidades sin ser hostil y sin agredir, ofender, amenazar ni coaccionar y sin permitir ser agredido u ofendido. Leer más en…
Si lo anterior no sirve de nada, está justificado pasar de la suavidad, la diplomacia y la educación exquisita a la firmeza. Cuando alguien se pasa de la raya y no rectifica en el abuso, tenemos derecho a hablar alto y claro aunque no le guste. Si ello no funciona es que la situación se está poniendo de color castaño oscuro, por lo que podemos amenazarle con acciones legales o de otro tipo e incluso gritarle, de forma que pisotear a los demás no salga gratis. Y sepamos que es natural y totalmente legítimo indignarnos y tener sentimientos negativos tanto hacia los atropellos como hacia los victimizadores.
Si el abusador no rectifica, es muy mala señal y significa conviene usar los cauces legales.
VIOLENCIA
Cuando todo lo anterior no es suficiente, está justificado defendernos mediante la fuerza. De hecho, todos los estados ejercen la violencia para hacer cumplir la ley cuando no pueden de forma pacífica, con policías que disparan a criminales o antidisturbios que lanzan agua a manifestantes agresivos.
Por ello en Occidente, desde el tiempo de los romanos, representamos a la justicia como una mujer sujetando en alto con una mano una balanza y con la otra una espada, preparada por si hace falta usarla para que se restablezca el orden recto. Y por eso dicho símbolo puede verse en bastantes tribunales.
De hecho, algunas democracias se han conseguido de forma pacífica, pero muchas otras mediante revoluciones liberales cuando por la primera vía no era posible terminar con las monarquías y dictaduras tiránicas. Y lo mismo ha sucedido con la abolición de la esclavitud en el sur de Estados Unidos o en Haití.
Por ejemplo, es un legítimo derecho agredir con un arma dentro de casa si alguien la invade sin buenas intenciones. Y lo justo es que las leyes de todos los países lo protejan.
Dicho todo lo anterior, conviene limitar la vía coercitiva a situaciones excepcionales y utilizar las vías judiciales, administrativas, políticas, mediáticas, etc.
PROPORCIONALIDAD
En cualquier caso, lo justo es que la reacción sea proporcional: grande para atropellos grandes, mediana para abusos medianos y pequeña para agravios pequeños.
Sin embargo, hay una excepción a esta regla de oro: los casos de emergencia. En ocasiones, para defenderse de una agresión es necesario hacerlo de forma rápida y contundente como el rayo, causando daños (que incluso podrían provocar la muerte) para evitar el riesgo de que atenten contra nuestra propia integridad física.
Hay situaciones en que no queda más remedio que reaccionar en cuestión de segundos o décimas de segundos. En esos casos, sería absurdo exigir a la víctima que pida a su victimizador:
-Dime cómo tienes pensado agredirme y dame por favor unos minutos para que pueda hacer un cálculo de proporcionalidad de mi defensa frente al ataque que quieres llevar a cabo contra mí. Déjame que llame a mi abogado y al juzgado de guardia para preguntar cómo tengo que reaccionar para que luego no me digan que he sobrerreaccionado.
Por tanto, lo justo es que las leyes recojan tanto la norma general de la proporcionalidad como la excepción de la emergencia. La proporcionalidad es un principio que si se aplica con la rigidez del cristal hace que la justicia se quiebre en trozos puntiagudos que acaban cortando y haciendo daño a las víctimas inocentes.
DEFENSA DE LOS DEMÁS
Por otro lado, tenemos el derecho (y el deber ético) de defender a otros abusados, incluso sacando a la luz y oponiéndonos a las injusticias cometidas por colectivos étnicos, nacionales, religiosos, ideológicos y de otros tipos por mucho que ello desagrade a miembros cómplices de dichos grupos.
Y por ello tenemos la libertad (y la obligación moral) de hablar de política y religión cuando es para sacar a relucir y denunciar atropellos que tengan esa dimensión. Por supuesto que todo ello siempre fastidiará a los victimizadores y sus cómplices, pero es básico y necesario para erradicar la maldad y conseguir un mundo justo.
Cuando se lucha contra un atropello, siempre habrá gente a la que ello incomoda, concretamente a los que forman parte de esa injusticia, ya sea como autores o como cómplices, como por ejemplo los tradicionalistas que se empeñan mantener el actual status quo abusivo. Pero esa molestia forma parte de la sanación moral de esas personas.
No se tú, pero yo no pienso quedarme de brazos cruzados cuando se victimiza a un inocente, porque quien le hace daño a esa víctima a mí me lo hace también.
¡SEAMOS UN ESCUDO PROTECTOR!
En conclusión, es nuestro legítimo derecho (y deber moral) defendernos y defender a otros frente al agresor usando todos los medios a nuestro alcance, aunque siempre respetando los derechos de los demás. Por tanto, te aconsejo que tú también lo hagas y que animes a otros hacerlo.
Gracias por compartir para conseguir un mundo con menos daños,