A diferencia de la mentirijilla inocua o incluso piadosa, la mentira nociva, como la difamación, la manipulación o las estafas, causa perjuicios, a veces muy grandes.
DIFAMACIÓN
Consiste en decir falsedades o medias verdades para dañar la reputación de alguien y puede ser contra:
Alguna persona en concreto, ya sea física o jurídica.
Una categoría de personas, como las mujeres sexualmente libres, homosexuales, grupos raciales o étnicos, etc., transmitiendo malévolamente falsos mensajes negativos sobre ellos.
A veces los difamadores son muy sutiles, ya que van lanzando pequeños comentarios por aquí y por allá. En ocasiones lo hacen de forma tan desenfadada, velada y sibilina que no dejan entrever claramente sus malas intenciones. Incluso pueden dar la vuelta a la tortilla y presentarse ellos como falsas víctimas del inocente ultrajado para dar pena y generar rabia y rechazo contra éste. Llevan a cabo su fechoría de forma camuflada y habilidosa como quien va tirando discretamente polvitos casi imperceptibles en la comida, que aunque parecen simples especias resultan ser arsénico.
Porque se trata de una lluvia fina pero que a base de repetición va calando gradualmente. Ya lo dijo Göbbels, el ministro de propaganda nazi: «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Y, lo que es peor, la misma va predisponiendo a la gente en contra de la víctima inocente. Y puede llevar a los engañados a desde distanciarse de ésta, pasando por el ostracismo y la discriminación hasta agresiones verbales, psicológicas, verbales y físicas o incluso el asesinato.
Es lo que ha sucedido con los judíos. En la Edad Media había sacerdotes católicos que difundían mentiras como que aquéllos secuestraban a niños cristianos para hacer usar su sangre en rituales religiosos. En la época de la peste negra, que decimó la población europea, afirmaban que los culpables eran los hebreos, porque contaminaban los pozos malévolamente.
Era una vulgar falsedad, ya que en realidad la causa de la plaga bubónica fue un virus que las ratas trajeron de Asia a través de los barcos mercantes. Esas pequeñas semillas de la difamación, esas simples palabritas, se fueron diseminando y convirtiendo en grandes plantas malignas que dieron como fruto el odio a los judíos durante siglos y numerosas matanzas de inocentes.
La honorabilidad es algo muy valorado por la mayoría de personas y su pérdida suele resultar dolorosa. Y, lo que es peor, su destrucción mediante la difamación es la base de la cosificación y las etiquetas que son carta blanca para degradar y abusar.
A ver si conseguimos que a todo el mundo le quede claro este concepto: ¡EL HONOR Y LA DIGNIDAD DE LOS DEMÁS SON SAGRADOS!, salvo que hayan hecho algún daño que no sea legítima defensa. Por tanto, no devaluemos injustamente. Si fulanito ataca injustificadamente la honra de menganito, paremos los pies del primero.
Consiste en distorsionar y tergiversar la realidad para condicionar la conducta ajena en nuestro propio beneficio. Los manipuladores suelen aprovecharse de las debilidades de sus víctimas, sacando especialmente tajada de personas sensibles y amables. Intentan dominar a los demás y en ocasiones recurren a minar la autoestima y otro tipo de maltratos psicológicos.
Una subcategoría son los relatos justificadores del abuso. Leer más en…
Otros tipos de engaños maliciosos son las estafas, picarescas, ardides, maquinaciones, intrigas, enredos, tejemanejes, chanchullos o trapicheos para beneficiarnos a costa de perjudicar a los demás.
Y también están las excusas falsas que da alguien cuando ha incumplido un acuerdo en vez de asumir su responsabilidad y reparar el incumplimiento. O en los casos en que el recepcionista de hotel dice a un posible cliente que ya no quedan habitaciones libres, a pesar de que sí las hay, para quitarse trabajo de encima. O si un miserable ha hecho algo mal y echa las culpas injustamente a otra persona, intentado ponerla en el centro de la diana en sustitución del primero.
Evitemos todos esos tipos ruindades y seamos nobles. Inculquemos a los niños y adolescentes, en las familias y en los colegios, los valores de la honestidad y la bondad, evitando tanto las mentiras como las medias verdades corrosivas. Y recordemos lo que dijo Sócrates: «La recompensa del mentiroso es no ser creído aún cuando diga la verdad».