En los genes humanos está seguir a su grupo de la misma manera que las cebras siguen a su manada. Así como éstas tienen la ventaja de que padecen muchas menos probabilidades de ser comidas por los leones que las que van por libre, en el ser humano ello también tuvo beneficios.
El más importante fue que una mayor cohesión ayudaba a cazar en grupo y, sobre todo, posteriormente, cuando aumentó la densidad de población y por tanto disminuyeron los recursos per cápita, permitía atacar colectivamente a otras tribus para robarles sus recursos y sus mujeres. Los que así lo hicieron con éxito dejaron más genes, ya que sobrevivieron más y, sobre todo, violaron mucho más, año tras año, siglo tras siglo, milenio tras milenio, por lo que no es de extrañar que esté tan extendido el espíritu de seguidor.
No obstante, tiene el inconveniente de que si el rebaño comete abusos o incluso atrocidades, el gen del borreguismo nos impulsa a participar en los mismos, ya que “donde va la gente va Vicente”, vaya adonde vaya. Por tanto, el seguidismo incondicional puede ser enormemente dañino y causar que al final acabemos perdiendo todos, como ha sucedido constantemente a lo largo de la historia.
Como no es necesario robar recursos a los demás si los generamos con nuestro esfuerzo y evitamos una sobrepoblación excesiva, el aborregamiento tóxico tiene muchos más inconvenientes que ventajas.
Suele conllevar un orden establecido mediocre en que hay una multitud de normas absurdas, sobre todo las no escritas, a la par que lo básico (no hacer daño a los demás) no se cumple. Por ello, cuanto más espíritu de borrego y mente estrecha tenemos más solemos juzgar injustamente por pequeñeces, como la forma de vestir, pero no condenar injusticias, incluso cuando son atroces.
Como no estamos determinados por nuestro ADN, mejor pasemos a un rebañismo selectivo por el que sigamos al grupo en lo bueno (o incluso en lo neutro, quien quiera), pero no en abusos y maldades. Ello requiere desarrollar la capacidad de cuestionamiento del orden establecido.
Porque una cosa es la capacidad para aprenderse bien la doctrina del colectivo al que pertenecemos y otra muy diferente es la de dilucidar en qué medida ese corpus dogmático es correcto, justo y conveniente. Por ello, para dejar de ser un mero chupadoctrinas es necesario desarrollar la racionalidad y el espíritu crítico.
Tendemos a dar autoridad a la tribu, a convertirla en una brújula, pero es un gran error, ya que la mayor parte de ésta está compuesta por personas con un nivel de inteligencia y conocimiento medio y bajo, unos estándares éticos medios y bajos y un nivel de orientación a la excelencia también medio y bajo. Y lo que es peor: posiblemente entre los líderes políticos y religiosos del rebaño los porcentajes de mediocridad sean todavía superiores. La razón es que para ascender dentro de los partidos políticos y organizaciones religiosas se requiere con cierta frecuencia un espíritu sumiso, seguidor, pelota, lacayo e incluso secuaz. En algunos lugares, como Suecia, no suele ser así, pero en la mayor parte de países sí.
No demos autoridad al grupo ni lo sigamos sin más como bobos, vaya a donde vaya, tal como hacían los niños con el flautista de Hamelín, sino que mejor hagamos algo para dirigirlo hacia la mejora e incluso la excelencia. Y convenzamos a más gente de que haga lo mismo.
La muchedumbre no merece credibilidad, porque ha demostrado en demasiadas ocasiones carecer de luces en la cabeza. Por ejemplo, estaba entusiasmada con el inicio de la Primera Guerra Mundial, concentrándose en las plazas para aclamar con júbilo el inicio del conflicto, sobre todo en Alemania y Rusia. Al cabo de unos años, se cansó después de tantos muertos (20 millones) y heridos (21 millones), destrucción, pobreza y tener que pasar hambre, dándose cuenta de que había sido un error.
¿Te puedes creer que aprendió la lección? ¡¡NOOO!!, porque al cabo de tan solo 2 décadas, las mismas generaciones iniciaron una Segunda Guerra Mundial, con todavía muchos más muertos (70-85 millones), sufrimientos y devastación. Parece que no pueda ser verdad, pero desgraciadamente lo es. La razón es que las sociedades humanas son con cierta frecuencia desquiciadas, dañinas tanto con los demás como consigo mismas y mentalmente limitadas, pues hay que ser realmente estúpido para chocar 2 veces en esa misma piedra de tamaño tan enorme en tan poco tiempo.
Hay personas que creen que hay que encajar en la sociedad como una pieza de puzzle y hacer lo que hacen los demás como meros clones, limitándonos a acatar las normas de la comunidad. Incluso sienten que una de las peores cosas que puede suceder a alguien en ser rechazado por el clan por ser un verso suelto, por no adaptarse a la cultura en la que vive.
Pero si todos funcionásemos de esa manera, callando para ser aceptados y con una actitud sumisa y de relativismo cultural, viviríamos no ya en el semiestercolero en que vivimos en la actualidad sino en un auténtico vertedero, ya que nadie se hubiese tomado la molestia de limpiarlo. Si no hubiese habido personas rebeldes que dijeron «¡NO! ¡Esta norma o esta práctica no es justa y por tanto hay que cambiarla, porque está causando daños a inocentes!»todavía viviríamos en la Edad Media o incluso en estadios todavía más atrasados y barbáricos.
Por el contrario, es cuando algunos librepensadores intentan convencer a los demás para abolir abusos que se va construyendo una cultura más sana y nutritiva. Así es como han ido evolucionando las sociedades a los largo de los últimos siglos. Porque se pueden (¿y se deben?) mejorar. Y para ello es necesario que haya inconformistas que en vez de seguir al rebaño se esfuerzan en conducirlo hacia los mejores pastos.
No queramos ser tan “trendies”, sino más “cool”. No seamos tan de nuestro lugar y nuestra época, sino mejor estemos por encima de ello, siendo más atemporales y universales. Es decir, guiémonos por lo que nos dicte nuestra racionalidad y nuestro sentido innato de la ética, el cual nos dice que no está bien dañar a nadie salvo en caso de legítima defensa contra el agresor.
Gracias por compartir si consideras que estas ideas contribuirán a una sociedad más evolucionada y justa,