Miles de millones de pollitos VIVOS son triturados cada año (CIENTOS DE MILES DE MILLONES en décadas) a pesar de que son criaturas que sienten dolor, similar a los bebés humanos, tal como ha demostrado la ciencia. La razón es que en vez de considerarlos como lo que son, seres sintientes merecedores de respeto y derechos, se los trata como simples cosas que podemos pisotear a nuestro antojo.
Ahora imagínate que unos extraterrestres nos dominan y se dedican a criar humanos para obtener productos que desean. Y que una de las cosas que hacen con ese fin es apresar a millones de mujeres y encerrarlas de por vida hacinadas en jaulas en grandes naves sin luz natural. Las inseminan y en el momento del parto nada más nacer el bebé se lo quitan de su madre. Y los recién nacidos de género masculino que no interesan los desechan tirándolos a una trituradora. Parece de una dura película de ciencia ficción, ¿verdad?
Pues eso es justamente lo que hacemos con los pollitos macho. Algunos dirán que no se los puede comparar con los bebés humanos, ya que consideran que no hay que empatizar con los seres sintientes que no pertenecen a nuestra especie, raza o etnia, ya que eso es una sensiblería absurda.
El poner la etiqueta de seres inferiores o, lo que es peor, al cosificarlos (reducirlos a simples objetos) permite la desempatización necesaria para poder explotar, abusar y maltratar permaneciendo bastante o totalmente indiferente. La etiquetación da a muchos la justificación que necesitan para considerar que muchos seres sensibles “no cuentan” y que están para nuestro uso y disfrute, pudiendo usar y abusar de ellos (usar y tirar).
En algunos países más avanzados, como Suiza, ya se ha prohibido la trituración de pollitos. Y en vez de ello usan un sistema mucho más civilizado para averiguar el sexo en los huevos. Ello tiene un mayor coste y es por ello que las granjas se oponen a ello, ya que buscan la optimización del beneficio a costa del sufrimiento ajeno. Y con la mayoría de consumidores sucede en gran medida lo mismo: quieren ante todo carne, huevos y lácteos baratos aunque sea a expensas de dañar a otros.
Pero no sólo somos hiperdepredación y egoísmo negativo (el que busca cosas buenas para nosotros mismos y nuestros seres queridos a costa de los demás), sino que también tenemos en una parte del cerebro un sentido innato de la justicia que nos dice lo que está bien y lo que está mal. Y por eso apelo a tu sentido congénito de la ética para que firmes la campaña de Igualdad Animal contra la trituración de pollitos vivos.
Es bueno pasar del egoísmo negativo a otro saludable consistente en ser lo más feliz posible sin hacer daño a los demás, preferiblemente contribuyendo además a construir un mundo mejor en que vivir para todos, un mundo más feliz y con menos abusos y crueldades.