La política de inmigración orientada al bienestar es la que vela por la felicidad de sus ciudadanos ya sean de origen autóctono o inmigrante (felicidad local), así como por los ciudadanos de otros países (felicidad global).
Es un tema complejo, pues en ocasiones la segunda puede ser a costa de la primera y viceversa. En estos casos, un Estado del Bienestar Personal busca un equilibrio entre ambas. Qué tipo concreto de equilibro es algo que corresponde decidir a cada país. Normalmente será una política moderada que evita tanto el extremo de la xenofobia y el racismo como el otro extremo de una inmigración descontrolada e indiscriminada que pueda ser una fuente de problemas y malestar.
1. POLÍTICA INMIGRATORIA ORIENTADA AL BIENESTAR NACIONAL
Las políticas orientadas a la felicidad nacional son las que fomentan una sociedad abierta y tolerante, pero al mismo tiempo controlando la inmigración y afrontando suficientemente los problemas asociados con esta.
Sociedad abierta y tolerante
Los ciudadanos y gobernantes happiness-friendly defienden una sociedad aperturista, cosmopolita y diversa, en la que se respete cualquier expresión cultural, ideológica y religiosa siempre que no sea contraria a la dignidad, derechos y libertades de los demás. Ese tipo de ambiente es en beneficio del bienestar de todos, ya que a todos nos gusta sentirnos aceptados y a nadie le sientan bien los prejuicios negativos y mucho menos el rechazo y el odio (ni al que lo da ni al que lo recibe). Está claro que la xenofobia y el racismo generan malestar principalmente a las víctimas de ellos, pero de forma menos obvia también en los que tienen esas actitudes.
Esa actitud acogedora con los inmigrantes es consecuencia de la cultura del respeto y aperturismo. Si tanto las instituciones como la sociedad civil se abren a los nuevos llegados, si los ciudadanos están receptivos a convertirlos en sus amigos y las empresas en empleados dándoles igualdad de oportunidades, ello es una de las mejores vías para su adecuada integración (junto con la transmisión de los valores del respeto, tolerancia, libertad, trabajo, esfuerzo, etc. a los que no los tengan). Leer más en…
La felicidad local requiere también una inmigración ordenada, que cumpla dos requisitos:
(i) Desde un punto de vista social, que no constituya una amenaza ni perjuicio para la población local. Por ello, exige a los inmigrantes, al igual que a ésta, que asuman todo el paquete de derechos, pero también de obligaciones. Una de ellas es asumir la cultura del respeto, especialmente a los derechos y libertades. Conviene admitir sólo a inmigrantes que respeten a los demás, su dignidad, derechos y libertades, independientemente de su género, orientación sexual, raza, edad, etc.
En esta misma línea, antes de conceder a alguien la nacionalidad (tal vez incluso la residencia) se podría hacer un test de creencias en esta materia, así como un contrato por el que se comprometen a lo anterior. A cambio, un país de acogida happy-friendly respeta y da libertad para que los inmigrantes tengan los usos, costumbres, creencias, formas de vestir, etc. que elijan, siempre que no sean contrarios a dichos derechos y libertades. Leer más en…
(ii) Desde un punto de vista económico, que la inmigración sea razonablemente absorbible por el mercado de trabajo y que venga a sumar, nunca a restar. Una inmigración descontrolada y excesiva puede generar una serie de problemas, como desempleo, sobrecarga del estado del bienestar e insatisfacción de sectores de la ciudadanía, que pueden llegar a ser amplios e incluso motivar al auge de la extrema derecha. Todo ello puede tener un efecto negativo en el bienestar del país receptor, que posiblemente acabará volviéndose en contra de los inmigrantes en forma de xenofobia, a veces incluso de manera violenta. El capital humano es el activo más importante de cualquier país, por lo que conviene seleccionar bien el talento, tal como hacen las empresas. Por ejemplo, una de las causas del éxito de países como Estados Unidos es saber atraer el talento.
Y sobre todo es necesario cerrar las puertas a aquellos que no vienen a aportar, sino a aprovecharse del sistema de ayudas sociales… leer más en…
Por otro lado, una avalancha migratoria en poco tiempo puede provocar problemas de integración, mientras que un proceso progresivo y gestionable facilita que los nuevos residentes sean acogidos como ciudadanos de primera, lo que acaba siendo satisfactorio tanto para los nuevos habitantes como para los antiguos.
Esa inmigración controlada puede canalizarse mediante oficinas de inmigración en los países de origen de la misma. Algunos estados, como Nueva Zelanda, Australia, Canadá, Suiza, Japón o Corea del Sur cuentan con sistemas como los siguientes:
Cuotas máximas de inmigrantes a admitir cada año.
Requisitos, como un cierto mínimo de experiencia laboral en una ocupación de alta demanda en el mercado de trabajo local o fondos suficientes para establecerse en el país.
Proceso de selección mediante sistema de puntos, que consiste en que a cada candidato se le otorgan puntos en varios parámetros (experiencia laboral, formación, conocimiento de idiomas del país, etc.), eligiéndose cada año a los que tengan más puntos.
Es conveniente ofrecer a las personas procedentes de otras culturas algún tipo de curso de orientación cívica para aprender los valores del país receptor, como los democráticos y de respeto a derechos y libertades. Y también que firmen compromisos de cumplimiento con lo anterior. Y exigir todo lo anterior para obtener ayudas, el permiso de residencia y la nacionalidad.
Diagnóstico y solución de los problemas asociados con la inmigración
Un gobierno responsable y comprometido con el bienestar de su población reconoce explícitamente los diferentes problemas relacionados con la inmigración. Dicho reconocimiento va acompañado con una delimitación clara del problema, para evitar sobre-generalizaciones (por ejemplo, distinguiendo entre los inmigrantes que suponen una amenaza para la seguridad y quienes son inocuos, incluso con porcentajes estadísticos), lo que ayuda a que la opinión pública no estigmatice a todo un colectivo en su conjunto. También va unido a un análisis de las causas del problema y de soluciones claras y eficaces, explicadas a la ciudadanía. Con ello ésta se tranquiliza y tiene una sensación de que no se están ocultando o negando problemas y que estos son delimitados y están controlados.
El “buenismo” permisivo que mira hacia otro lado con indiferencia y pasividad genera malestar tanto en población local como inmigrante y alimenta el voto a la extrema derecha. En cambio, los gobernantes competentes intervienen con firmeza con todo tipo de problemas, como la delincuencia o las violaciones de derechos o libertades ya sean hacia mujeres u hombres, niños o adultos, homosexuales u heterosexuales. También lo hacen con las policías paralelas de tipo religioso o la transmisión de mensajes del odio y daño a inocentes. Si conviene, se expulsan a inmigrantes que constituyan una amenaza.
Además, estos gobernantes eficaces no sólo diagnostican los problemas presentes, sino que son proactivos, conocen bien los posibles problemas futuros y adoptan medidas para evitarlos.
FIRMA las siguientes campañas para pedir a los gobiernos que:
2. POLÍTICA MIGRATORIA ORIENTADA AL BIENESTAR GLOBAL
La política orientada a la felicidad global suele ser razonablemente abierta en aceptar inmigrantes que aspiran a una vida mejor en el país de acogida. En cambio, impedir la entrada de éstos o devolverlos al estado del que proceden, a menudo tras un gran esfuerzo, puede causarles sufrimiento. Además, poner trabas a que puedan entrar de forma legal por las fronteras lleva a usar rutas alternativas peligrosas, lo que a menudo supone graves riesgos y muertes.
Una Sociedad del Bienestar Personal es especialmente generosa con los refugiados que huyen de sufrimientos como guerras, persecuciones y abusos, acogiéndolos como asilados y ayudándolos dentro de los recursos disponibles.
No obstante, tiene derecho a ser selectiva si una parte de esas personas suponen una amenaza para los pilares del bienestar del país de acogida: seguridad, libertad, paz, prosperidad, etc. En estos casos una fórmula de compromiso puede ser ayudarlos en zonas seguras del país de origen o de estados limítrofes (proporcionando alojamiento, manutención, educación, etc.) y traer con un medio seguro al país de acogida a aquellos que sean más compatibles con sus valores. Ello supone llevar a cabo un proceso de selección, que no será perfecto pero que ayudará a conseguir una mejor integración.
En cualquier caso, conviene que haya un consenso suficientemente amplio entre los ciudadanos que acogen, ya que son los que financiarán el coste de ello y asumirán los posibles inconvenientes. Podría ser saludable hacer un debate público sobre este tema e incluso un referéndum sobre cuál sería la cuota anual de inmigrantes a recibir entre varias opciones.
Una forma de contribuir a solucionar el problema de la inmigración es mediante una ayuda al desarrollo bien orientada… leer más en…
Lo cierto es que la solución perfecta no existe, por lo que conviene escoger la menos mala. Y también es cierto que los países ricos no suelen ser los causantes de los sufrimientos de los emigrantes económicos de los países pobres. La verdadera solución del problema vendrá de que estas sociedades sean más proactivas para mejorar su propia calidad de vida.
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