¡SI CONSUMES PRODUCTOS ANIMALES TEN LA MÍNIMA DECENCIA DE DEDICAR UNOS SEGUNDOS A VER EN ESTE VIDEO LA CRUELDAD DE LA QUE ERES COMPINCHE!
No seamos cómplices de los sufrimientos causados a los BILLONES con B de seres sensibles que tienen vidas miserables en las granjas industriales: amputaciones sin anestesia, hacinamiento extremo, agresiones entre ellos debido a la falta de espacio y vivir entre excrementos. Y tampoco de los malos tratos que padecen, ya que los trabajadores les dan puñetazos y patadas, incluso en la cabeza, los golpean con palos, les pinchan los genitales, les dan descargas eléctricas, etc. para obligar a moverse a los que no quieren. No seamos partícipes asimismo del crimen de privarles absolutamente de su libertad, de vivir siempre en un entorno totalmente antinatural sin luz solar, de no poder realizar sus comportamientos naturales, de su estrés, frustración, dolor físico … leer más detalles.
De todo ello los consumidores de los productos procedentes de esas criaturas inocentes son cómplices, incluso más de lo que la de mayoría de alemanes lo era con los campos de concentración y exterminio del Tercer Reich. Para ser más exactos, lo son igual que los comerciantes y compradores de las joyas, obras de arte, inmuebles y otros bienes valiosos de los judíos y que se los habían robado a estos tras enviarlos a los campos de concentración.
Nosotros tendemos a creer que somos diferentes a aquellos alemanes, pero en realidad somos muy parecidos, ya que compartimos prácticamente la misma genética y los mismos actos y actitudes. Básicamente lo que cambia son los colectivos victimizados, mucho más numerosos en la actualidad (BILLONES de víctimas frente a los 8 millones de judíos exterminados).
Hoy en día los historiadores saben que la mayoría de los alemanes apoyaban a Hitler a pesar de conocer sus atropellos con los judíos y otros colectivos. En las elecciones el 44% del electorado lo votó, pero más adelante el apoyo pasó a ser muy superior, tanto entre alemanes como austríacos, posiblemente generalizado, según expertos en el Tercer Reich.
De hecho, uno de los pocos que se opuso al régimen nazi y se dedicó a recopilar sus abusos afirmó que el 99% de los alemanes eran cómplices y merecerían ser castigados por ello.
Y en verdad los alemanes sabían de los centenares de leyes discriminatorias contra judíos que se fueron aprobando a lo largo de los años. Conocían a médicos o abogados de esta etnia a los que les habían prohibido ejercer su profesión, la expulsión de funcionarios de administraciones y estudiantes de universidades, así como el progromo en la noche cristales rotos.
Tenían también información de las empresas confiscadas a judíos para venderlas a precios de saldo a “arios” y de que se llevaban a aquéllos a la fuerza de sus casas y desaparecían en camiones. Asimismo, tenían conocimiento de que los enviaban a campos de concentración, ya que el régimen difundía su existencia, incluyendo imágenes de los mismos, para infundir miedo en la sociedad.
La mayoría no conocía los detalles de esos campos, pero principalmente por indiferencia, desidia y desinterés egoísta, el mismo que tienen la mayoría de consumidores actuales respecto a las condiciones de los animales de granjas industriales. A la mayor parte de alemanes ya les venía bien para sus intereses el status quo de la Alemania de los años 30, pues habían recuperado su prosperidad económica y el país volvía a ser poderoso y respetado a nivel mundial gracias al nazismo.
Es lo que ha quedado reflejado magistralmente en la película ganadora del Óscar «La zona de interés», en que se ve como el comandante de Auschwitz y su mujer se esfuerzan en construir una vida de ensueño para su familia en una fantástica casa con jardín y piscina justo al lado del muro del campo de concentración, mirando hacia otro lado frente a los gritos que salían de allí dentro.
Tras terminar la guerra muchos alemanes, incluso los que vivían a pocos kilómetros de los campos de concentración y exterminio, se exculpaban diciendo que no sabían sobre los detalles que tenían lugar en los mismos. Sin embargo, éstos se podían haber difundido rápidamente entre la sociedad alemana si hubiese habido interés en hacerlo, ya que bastantes tuvieron acceso a esos campos, como los miembros de las SS, trabajadores de la construcción, los técnicos que crearon las cámaras de gas, empleados de los ferrocarriles, conductores de camiones, etc.
Muchos alemanes sabían que lo que estaban haciendo con los judíos estaba mal, pero al grueso ya les venía bien su zona de confort y por tanto no tenían interés en profundizar en ese tema, tanto como a la mayoría de ciudadanos actuales les vienen básicamente bien a sus intereses las granjas industriales que les permiten productos animales a bajo precio.
Alguno dirá que no se pueden comparar animales con judíos. ¡Por supuesto que se pueden comparar! Ya que ambos comparten la única característica relevante para realizar una comparación: ambos tienen la capacidad de sentir y sufrir. Tienen los mismos receptores del dolor y la misma estructura del sistema nervioso. Y por ello los expertos creen que el nivel de dolor humano es similar al de otros mamíferos, como vacas o cerdos.
De hecho, desde un punto de vista científico, los judíos, al igual que el resto de homos sapiens, también son animales, concretamente animales vertebrados, mamíferos, primates, simios, monos del Viejo Mundo y homínidos que según algunos estudios comparten el 98-99% del ADN de sus primos homínidos más cercanos, los chimpancés.
Y sabemos que la explotación y malos tratos a que sometemos en granjas industriales a esas criaturas que comparten con nosotros la mayor parte de nuestra genética está mal, ya que, por ejemplo, el 73% de los alemanes y 82% de los franceses rechaza la ganadería intensiva. En España el 89% piden nuevas normativas que mejoren las condiciones y el 70% da mucha importancia al bienestar de los animales. Pero a pesar de ello casi todos los productos animales que consumen proceden de granjas industriales, dado que así son más baratos.
Algunas personas se sacuden rápidamente su responsabilidad de encima por las crueldades cometidas echándosela a los políticos. Consideran que es a éstos a quienes corresponden regular. Y es cierto, pero (i) los políticos legislan en base a lo que quiere la mayoría de los votantes y (ii) los políticos no te obligan a consumir productos animales, por lo que eres tú el responsable de ello.
El maltrato animal en granjas puede convertirse en un boomerang que se vuelva contra nosotros. Es lo que sucedió con los alemanes de Tercer Reich, muchos de los cuales terminaron muriendo en la guerra antes de lo que les correspondía por su biología. A ello hay que añadir unos 14 millones de alemanes de la Prusia Oriental y otras partes de Europa del Este que fueron expulsados de sus casas y regiones y tuvieron que huir a otras partes de Alemania, muriendo parte de ellos en por camino. Y los millones adicionales de amputados, heridos, huérfanos, sin hijos o en la pobreza, en país en ruinas y desolación.
El mal que causes que te puede volver a ti, porque somos lo que comemos y si comemos sufrimiento nos volverá en forma de productos animales “enriquecidos” con las sustancias tóxicas que genera el estrés y el malestar (como cortisol o adrenalina), antibióticos y otros compuestos químicos dañinos que nos pueden acabar provocando cáncer u otras enfermedades dolorosas.
¿Qué puede hacer una persona ética y con empatía para terminar con esas crueldades?: