¡NO DAÑEMOS!: SEAMOS CONSERVADORES CON LO BUENO Y PROGRESISTAS CON LO DAÑINO
El ultraconservadurismo tóxico obstinado en mantener abusos es causante de grandes daños. Pensemos en el Antiguo Régimen, los juegos romanos con gladiadores forzosos, la mutilación de clítoris (y el cosido de la vagina) y otros atropellos que se han perpetuado durante siglos en gran medida por el afán de conservar lo que uno ha visto en su infancia y juventud.
Por ejemplo, los defensores de los toros y las fiestas crueles con animales utilizan como principal argumento que es la tradición. Pero entonces, por esa misma regla de tres, ¿deberíamos mantener tener todo tipo de costumbres y prácticas barbáricas, como las anteriores?
Algunos tradicionalistas a ultranza defienden el status quo existente apelando a la sabiduría del grupo. Pero, ¿qué sabiduría había en la Santa Inquisición, en el derecho de conquista que permite invadir y robar todo lo que se quiera en los territorios ocupados o en considerar a la mujer como una propiedad del hombre?
De hecho, la mayor parte de la sociedad tiene unos niveles de inteligencia, conocimiento y sentido de la justicia medios y bajos, por lo que no parece que el orden establecido, por el simple hecho de emanar del grupo, sea sinónimo de sabiduría e iluminación mental.
Existen algunos guardianes de la tradición cuyo afán de conservación es tal que pueden llegar a niveles de encarcelar, matar e incluso torturar a los que se salen de su ortodoxia tradicionalista.
¿Qué sentido tiene conservar por conservar? ¿Qué lógica tiene mantener tanto lo bueno como lo malo?
Y es que además, el tradicionalismo está correlacionado con infelicidad, como puede verse en este mapa, en el que se aprecia que los países con menores índices de satisfacción con la vida son los más conservadores y viceversa:
La orientación a la excelencia y un mundo mejor consiste en preservar lo que ya funciona bien y cambiar lo que puede mejorarse.
El que quiere regresar atrás en el tiempo para recuperar tradiciones perdidas o que se están perdiendo.
El que quiere mantener el status quo actual, por injusto que sea.
Éste último puede ser engañoso, pareciendo progresista porque está a favor de los avances realizados hasta el momento, incluso los más recientes. Sin embargo, en realidad no lo es, puesto que esta actitud consiste en pensar que ya está bien así y que no hacen faltan más cambios.
Es el caso, por ejemplo, de la gente que está a favor de los progresos conseguidos en materia de derechos de las mujeres y LGTBI, pero no de hacer grandes cambios en derechos de los animales, siempre los grandes olvidados porque no pueden votar, dado que ya está bien el orden establecido tal como está.
Estas personas pueden creerse que son avanzadas, pero en realidad tienen un conservadurismo rebañista, es decir, que se aferran siempre a las reglas establecidas en su manada en cada momento. Son personas muy de su lugar y época.
Y cuando alguien les sugiere nuevas reformas sociales su actitud de entrada es la de rechazo, la misma que tuvieron muchos pro-esclavitud ante las propuestas de los abolicionistas. Y, de hecho, usaban los mismos argumentos, como que las cosas son así, siempre han sido así, es la vida o tú no tienes la verdad por mucho que creas que la tienes.
Son los mismos tipos de personas que en la época los aztecas se resistían a suprimir los sacrificios humanos masivos que hacían que con esclavos de otras tribus, a los cuales obligaban a subir a la cima de las pirámides para cortarles las costillas con una piedra afilada y arrancarles con la mano el corazón estando vivos, tirándoles a continuación por la ladera de la pirámide. Y son también los mismos que se oponían a eliminar el derecho a violar mujeres como botín de guerra.
Un gran problema es que un porcentaje considerable de los seres humanos tienen en sus genes estos tipos de conservadurismo en diferentes grados, sobre todo cuando el status quo les conviene egoístamente a ellos, sus seres queridos o su grupo.
Por ello, ese instinto de preservar la propia cultura y forma de hacer es un enorme obstáculo para abolir injusticias, hasta el punto de que muchas de ellas han continuado durante milenios.
Cuanto mayor es el ADN conservador de una persona y más cerrado y limitado sea el ambiente en que se ha criado, mayor tiempo necesitará para darse cuenta de la conveniencia de ciertos cambios e implementarlos. Como esa es su naturaleza, conviene darle un tiempo razonable para ello, pero tampoco es bueno tomarse más tiempo del estrictamente necesario.
No nos aferremos al pasado y al presente en abusos, maldades y crueldades, sino mejor abrámonos a un futuro mejor. Seamos racionales y cuestionemos dogmas, usos y costumbres. Y sobre todo seamos justos y buenas personas.