¡NO DAÑEMOS!: OPONGÁMONOS A LINCHAMIENTOS SOCIALES DE CHIVOS EXPIATORIOS
En el ADN humano o de parte de los humanos está el gusto por cebarse en algún chivo expiatorio. A los supremacistas blancos del sur de Estados Unidos les gustaba linchar a negros inocentes. Les parecía tan guay que incluso compraban en las farmacias postales con imágenes de esas agresiones colectivas y las enviaban a sus familiares. Esos ataques a veces iban acompañados de torturas, como quemarlos, cortarles los dedos y testículos mientras miles de espectadores blancos aclamaban a los torturadores como si fuesen héroes. Buena parte de esas atrocidades las cometió el Ku Klux Klan, que llegó a contar con 5 millones de miembros. A veces el único motivo era la envidia a vecinos negros exitosos. Incluso se linchaban soldados negros que regresaban de la Segunda Guerra Mundial sólo por ser negros.
Los nazis se ensañaban con los judíos y bastantes judíos participaron en el linchamiento social de Jesucristo, gritando “¡Crucificadlo!” a pesar de que era inocente porque se le acusaba de algo que no consistía en ningún daño para los demás.
Los romanos lo hacían con los cristianos, divirtiéndose viendo como los leones se los comían, los cristianos con los que pensaban de forma diferente (herejes) y a muchos les gustaba reunirse en la plaza pública para ver cómo los quemaban. En bastantes lugares hay fiestas populares en que la gente se lo pasa bien ejerciendo la crueldad con animales y así un largo etcétera a lo largo de la historia. Ya en el colegio se observa cómo hay niños que participan como actores, cómplices o mirones del bullying, gustando de ver sufrir a los que son diferentes o débiles o permaneciendo indiferentes.
La clave de este fenómeno propio de los homos sapiens es buscar a alguien inocente en quien descargar la agresividad, maldad y veneno que llevamos dentro, por mucho que lo disimilemos con nuestras sonrisas angelicales y mostrándonos simpáticos y afectuosos con los demás. O buscar a alguien que ha cometido una falta que para nada justifica la sobrerreacción que tiene lugar contra él.
Como nuestra naturaleza no ha cambiado, ello sigue sucediendo en la actualidad, por mucho que normalmente sea a menor escala o incluso de forma velada. Sobre todo se da en 2 sectores de la sociedad a la vez opuestos y parecidos: la ultraderecha y la extrema izquierda. En el primer caso suele ir unido al racismo, etnicismo, xenofobia y ultranacionalismo, así como al ultratradicionalismo y la religiosidad tóxica. Gustan de odiar al diferente y al que se sale de sus parámetros.
En el caso de la extrema izquierda, los linchados a veces son personas envidiadas a causa de su éxito. Otra veces son ciertos colectivos por diversos motivos. Los soviéticos se cebaron, entre otros, con los pequeños propietarios agrícolas, los maoístas con los funcionarios, los khmeres rojos con las gente de las ciudades, bastantes ultraizquierdistas actuales con los judíos. A veces necesitan variedad, añadiendo a su repertorio de chivos expiatorios la banca, los empresarios, los pisos turísticos, los turistas, etc.
En todos los casos, siempre hay esa necesidad de buscar enemigos a los que odiar y, a veces, pisotear. Suele ir unido al gregarismo tóxico y al dogmatismo.
Evitemos y opongámonos a cualquier tipo de linchamiento contra cualquier inocente o contra alguien que haya cometido un abuso pequeño. Porque cuando esto último sucede lo justo es exigir que se repare y se pidan disculpas, pero no un apaleamiento desproporcionado y arbitrario, callando al mismo tiempo frente a atropellos de verdad. No usemos dobles varas de medir, sino seamos rectos e imparciales.