Una buena persona es la que no hace ningún daño a nadie, a ningún ser que sienta y sufra, con la excepción de la legítima defensa propia y de los demás, y siempre contra el agresor, nunca hacia un inocente. Y mejor persona es quien hace algo para que los demás tampoco causen sufrimientos. Y todavía más buena persona es la que además de todo ello presta ayuda a otros.
¿Y qué no es, por sí solo, sinónimo de buena persona, a pesar de que lo parezca?:
Ser agradable y simpático con los demás. De hecho, los psicópatas suelen ser encantadores.
Amar a los hijos y familiares y ayudarles. Por ejemplo, Stalin adoraba a su hija Svetlana pero cometió un genocidio de decenas de millones de inocentes y hizo un infierno de la vida de otras decenas de millones.
Ser un buen amigo, como Hitler, que era sentimental y fiel con sus amigos.
Hacer favores. Incluso los más malvados lo hacen, como los miembros de las SS que exterminaban a los judíos o los inquisidores que torturaban a víctimas inocentes.
Hacer aportaciones a alguna ONG, sea de dinero o tiempo. En realidad, la investigación científica sobre este tema apunta a que los dictadores que roban la riqueza tienen más tendencia a la solidaridad que la gente honrada que la genera. Es el caso del sanguinario dictador ugandés Idi Amin, que hacía torturar cruelmente a diario y cometió masacres de unos 100.000-300.000 inocentes. A pesar de ello, cada vez que podía enviaba camiones con ayuda alimentaria a los ingleses para que sobrellevaran la crisis económica de finales de los años 70. Y es que, contrariamente a lo que bastantes creen, la buena obra «no purifica» los abusos cometidos.
Todo lo anterior está muy bien, pero no es suficiente para ser buena persona, sino que, de nuevo, para ello es necesario no hacer ningún daño a ningún ser sintiente, con independencia de su etiqueta, que no sea legítima defensa, ni directa ni indirectamente, ni en grado de autoría ni de complicidad o coadyuvancia. Esto último constituye los cimientos y la estructura del edificio de la bondad, mientras que los aspectos anteriores son los ornamentos que lo bordan.
Y para ser mejor persona todavía, es necesario hacer algo por evitar la maldad y la crueldad, reaccionando frente a injusticia, así como prestar algún tipo de ayuda a los necesitados.
Cada ser humano se sitúa en algún lugar del espectro que va desde la máxima maldad hasta la mayor bondad posible. Si la midiésemos con un termómetro que tuviese una escala del 0 al 10, ¿dónde te gustaría estar a ti?
Lo bueno es que podemos elegir qué clase de persona somos. No estamos determinados por nuestro ADN. Todos tenemos los genes del abuso y de la asimilación crédula de las mentalidades dañinas que absorbimos como esponjas en nuestra infancia y juventud, ya que la educación recibida suele tener una parte benigna y otra injusta. Asimismo, llevamos en nuestra sangre el efecto rebaño que nos conduce a hacer lo que haga nuestra manada, por malvado que sea, o el espíritu gregario que lleva a bastantes a ser cómplices de su tribu por muchas crueldades que cometa.
Pero también contamos los genes de la empatía, del sentido de la justicia y del pensamiento racional y crítico que nos permiten dejar de creer ciegamente en las pautas dañinas normalizadas por nuestro grupo.
Podemos elegir entre varias opciones de modus operandi y pensandi, de forma de hacer y pensar. Podemos ir más allá de la tradición, de lainfluencia de la sociedad(nutritiva por un lado pero tóxica por otro), de nuestro egoísmo negativo congénito y del resto de condicionantes para ser autores de nosotros mismos y elegir el camino de la bondad.
Tú eliges:
¿Malvado? ¿Algo intermedio? ¿O buena persona?
¿Analfabruto, un poco bárbaro, bastante considerado o muy civilizado?