¡NO DAÑEMOS!: DISFRUTEMOS DEL EGOISMO POSITIVO Y EVITEMOS EL NEGATIVO
Conviene distinguir entre el egoísmo saludable y el nocivo. Con el primero buscamos cosas buenas para nosotros mismos, nuestros seres queridos y grupos a los que pertenecemos (que son extensiones de nosotros mismos), pero sin hacer daño a nadie ni quitarle lo que ha conseguido de manera honrada.
El egoísmo tóxico, en cambio, consiste en conseguir cosas que deseamos a costa de los demás, es decir, causándoles sufrimientos y perjuicios.
No defendamos nuestros intereses, sino nuestros derechos, ya que cuando los primeros no coinciden con los segundos ello significa buscar privilegios a costa de pisotear los derechos ajenos, como sucedía con el sistema de Apartheid en Sudáfrica. La mayoría de blancos de este país votaba al partido nacionalista para que les garantizase por la fuerza el poder político y económico a costa de explotar a los negros. Ese es un simple ejemplo, pero el egoísmo abusivo ha sido norma y no excepción a lo largo de la historia y sigue estando muy extendido en prácticamente todo el mundo.
Por tanto, la base para construir un mundo mejor en que no nos pisoteemos los unos a los otros es ejercer el egoísmo inocuo pero al mismo tiempo evitar a toda costa el dañino. Y ello no sólo con nuestro círculo cercano de familiares, amigos, conocidos o gente de nuestro entorno, sino con todos los seres sintientes, incluyendo otras etnias, razas u especies.
Como todos o casi todos tenemos un rinconcito en nuestro cerebro (concretamente el córtex prefrontal dorsolateral) en el que está nuestro sentido innato de la justicia, desarrollado en mayor o menor medida (salvo tal vez los muy psicópatas), sabes que lo que te acabo de decir es correcto.
A pesar de ello, no es fácil canalizar constructivamente esa tendencia hiperdepredadora y egocéntrica que todos tenemos, ya que está muy arraigada en nosotros de forma natural. Sobre todo es complicado cuando va acompañada con ese otro rasgo tan humano que es el de la falsedad. Consiste en ponernos máscaras para aparentar lo que no somos, dándonos a nosotros mismos y a los demás una imagen embellecida y retocada con Photoshop.
Cuando somos egoistillas+hipocritillas nos beneficiamos a expensas de perjudicar a otros pero simultáneamente haciendo algo (como puede ser la clásica «obrita de caridad») o diciendo algo (como el típico discurso solidario y humanitario) para dar la imagen tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás de que en realidad somos altruistas.
No seamos tan humanos en esto. Aunque todos llevamos ese tipo de mezquindad en nuestros genes, no seamos tan nosotros mismos en ello. Seamos fieles a nosotros en todo lo que sea inocuo, y especialmente en nuestro innato sentido de la justicia, genuinos con nuestro lado noble. Pero no seamos tan auténticos con nuestra parte ruin. Porque podemos coger el cincel y darnos en gran medida la forma que queramos, como hacía Miguel Ángel con sus obras maestras.
Sustituyamos nuestro egoísmo negativo congénito por una orientación a la felicidad y derechos para todos, incluyendo cualquier tipo de seres sensibles. Pasemos del «Yo y los demás» o del “Nosotros y los Otros” al “Todos nosotros” y del “A mí y a los míos nos viene bien así y los demás que se jodan” al «Seamos considerados con todos».
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