¡NO DAÑEMOS!: SEAMOS TOLERANTES (AUNQUE NO CON EL ABUSO)
Una manera de dañar a los demás es la intolerancia tóxica, es decir, hacia una conducta o rasgo que en realidad son inocuos, siendo por tanto las víctimas de esa intolerancia inocentes. Por inocuo se entiende que no constituye un daño objetivo para los demás que no sea en legítima defensa, propia o ajena, contra el agresor.
No hay nada de dañino en ninguna forma de sexualidad o de relaciones libremente consentidas, forma de vestir, profesión (incluida la prostitución) o estilo de vida que no provoque ningún mal al prójimo. Tampoco en las peculiaridades corporales o psicológicas que sean inofensivas y en general todo lo que no cause perjuicios a los demás, por lo que todo ello es digno de tolerancia. Por el contrario, toda injusticia e intolerancia nociva hacia lo que es inocuo merecen una sana desaprobación. Dejemos que crezcan todas las plantas, pero quitemos las setas venenosas.
Algunos ejemplos de intolerancia dañina son el rechazo hacia otras razas, etnias, nacionalidades, religiones benignas, orientaciones sexuales, conductas sexuales consentidas, discapacidades o comportamientos no abusivos.
Esa intransigencia es un gatillo que hace disparar emociones, actitudes y conductas dañinas, como el odio, la discriminación, la estigmatización y las agresiones verbales, emocionales o incluso físicas. También la exclusión laboral, el bullying en el colegio, el mobbing en el trabajo o incluso grandes crímenes como asesinatos, torturas, ataques terroristas y genocidios.
La intolerancia tóxica suele tener su máxima expresión en los ámbitos ideológicos y sociales de la extrema derecha (como el nazismo, el fascismo y las dictaduras militares), de la extrema izquierda liberticida y pisoteadora de derechos (como el comunismo y otros movimientos autoritarios de base marxista) y del fundamentalismo religioso (como el cristiano, islámico, judío o hindú).
En menor medida, también está presente con cierta frecuencia en la derecha extrema, la izquierda extrema y el conservadurismo religioso. Para que lo entendamos mejor y dicho de una manera vulgar: si los primeros son a menudo tocacojones de narices, los segundos simplemente son a veces tocanarices de cojones. Pero como todos podemos enmendar, cambiémonos ya de bando.