¡AMEMOS LA VERDAD!: QUITEMOS LA MÁSCARA A LA SANTURRONERÍA TÓXICA
Con frecuencia el daño a inocentes se viste de santidad, envolviéndose en un halo fake de ética, bondad y positividad. Porque la maldad no suele tener la típica apariencia de las brujas y ogros malvados de los cuentos infantiles, sino que se acostumbra a enmascarar en caritas buenas. Y normalmente tampoco se expresa con gritos ni con las risas perversas de la madrastra de la Blancanieves, sino a menudo con un modo de hablar suave, sin que ninguna palabra suene más alta que la otra, irradiando moderación. Incluso bastantes veces con sonrisas y un trato agradable. Frecuentemente cuanto más malvada es una persona más simpática resulta, siendo los más psicópatas unos maestros en el arte de mostrarse encantadores.
Y todo ello acompañado con un discurso que rebosa buenas intenciones y es bien queda, en línea que lo que sea política, social y religiosamente correcto en cada lugar y época concretos. Si se trata de una sociedad que valora la solidaridad, la santurronería nos llevará a predicarla y a hacer alguna pequeña obra de caridad edulcoradora. Leer más en…
Y a nuestros abusos o los cometidos por los grupos con los que nos identificamos (extensiones de nosotros mismos) les daremos la vuelta para maquillarlos con narrativas justificadoras. Leer más en…
Y cuando alguien alce la voz contra esos atropellos, el santito dará la vuelta a la tortilla, oponiéndose a quien lucha contra una injusticia con un discurso manipulador según el cual el problema no es el abuso, sino el que lo denuncia.
Ese modus operandi se puede dividir en dos categorías diferentes:
1.- El partidista, consistente en aplicar dobles varas de medir, ya que el interesado hace lo anterior con los abusos de los que es partícipe directo (autor) o indirecto (cómplice, normalmente de las tribus de las que forma parte, es decir, los colectivos con los que se identifica). En cambio, no procede de la misma manera con los atropellos cometidos por grupos rivales. Un ejemplo son los cristianos que se oponen a denuncias de injusticias propias de su religión, pero no con las del islam, a las que ellos también se suman de buen grado.
En ambos casos, dos argumentos típicos santurrones frente a la denuncia de las injusticias son, por un lado, el perdón y el amor y, por otro, que no hay estar en contra de nada.
PERDÓN Y AMOR
Algunos dicen que la actitud de denuncia de abusos es contraria al perdón, al amor o que incluso puede promover el odio. Pero las agresiones a inocentes no se resuelven con el perdón, sin más. Más bien es necesario que el victimizador se arrepienta sinceramente, enmiende, repare los daños causados y se disculpe. Es en ese momento en que de forma natural suele llegar el perdón de la víctima. El mismo es el fruto que produce el árbol una vez se ha arado, abonado y regado la tierra.
En cuanto al amor, es bueno en general, pero no tiene por qué ser incondicional con los agresores. Es más, en caso de abuso, especialmente si es cruel, el afecto ante todo ha de ser hacia las víctimas inocentes, orientado a proteger a éstas frente al victimizador.
El cariño suele surgir de forma natural por roce con otros seres sintientes, siempre y cuando unos no dañen a otros. Por tanto, para que haya amor, el camino es evitar los atropellos en vez de fingir que amamos a los demás a pesar de que nos pisoteen. Vayamos al oasis real por la senda correcta en vez de ir detrás de un espejismo que nunca se hace realidad porque es una mera ilusión mental.
Por lo que se refiere al odio, cuando se denuncia un abuso, y especialmente cuando se trata de uno sangrantemente cruel y causante de importantes sufrimientos, es posible que ello cause rechazo, antipatía o a veces incluso odio hacia el agresor. También lo puede provocar hacia cualquier elemento causante de dicha maldad, como ideas, libros, ideologías, movimientos etc.
Pero no por ello hemos de callarnos y dejar de denunciar las injusticias. Porque para combatirlas el primer paso es sacarlas a la superficie, tanto a ellas como a sus causas, desaprobarlas y tener una actitud crítica frente a las mismas. Puede ser una medicina amarga, pero necesaria para la sanación.
NO ESTAR EN CONTRA DE LA INJUSTICIA, SINO A FAVOR DE LA JUSTICIA
Hay quien dice que en vez de luchar contra la injusticia hay que hacerlo por la justicia. Que no hay que posicionarse en contra la villanía, sino a favor de la bondad. Afirman que no hay que ser anti nada ni estar en contra de nada, sino a favor de las cosas buenas, porque hay que ser siempre positivo y nunca negativo. Y si se ataca una canallada, les puede sonar mal. Sobre todo les chirría si la misma procede de un grupo, ideología o religión con la que se identifican.
Pero entonces, si alguien secuestra a una pobre niña para violarla repetidamente y agredirla, ¿no hay que estar en contra de eso y del violador? ¿Tampoco hay que posicionarse en contra del nazismo ni del Holocausto?
¡UNA PERSONA ÍNTEGRA ESTÁ AL MISMO TIEMPO EN CONTRA DE CUALQUIER ATROPELLO Y A FAVOR DE LA JUSTICIA! Porque ambas son las dos caras de la misma moneda.
En cambio, la actitud buenista y comprensiva con la maldad es cómplice de la misma. Por tanto, hablemos claro y abordemos los agravios tanto en positivo como en negativo, posicionándonos tanto contra ellos como a favor de la cultura del respeto.
No vayamos de lobos con piel de cordero. En vez de ello seamos palomas con los inocentes y leones con los victimizadores hasta que éstos reparen el daño causado. Los seres humanos a partir de una edad, a diferencia de otras especies, tenemos tendencia a ponernos máscaras, a ser falsos como mecanismo de protección para poder encajar socialmente y poder ser egoístas sin que se note. Pero podemos revertir esa tendencia hipocritilla tan humana, quitándonos el burka detrás del que nos escondemos para poder ser más nosotros mismos, más auténticos.
En vez de una actitud buenista y santurrona hacia el abuso, mejor desaprobémoslo, sin paliativos si es grave, y dejemos de aplicar diferentes varas de medir.
Gracias por compartir para conseguir un mundo mejor, más sano y con menos injusticias,