¡NO DAÑEMOS!: DEL ANTROPOCENTRISMO A LA BENEVOLENCIA

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¿Por qué seguimos creyendo que somos el centro del universo?

Tenemos tendencia a mirarnos el ombligo como especie, pero ello no siempre fue así. Durante la mayor parte de nuestra historia nos considerábamos a nosotros como unos simples seres más dentro la naturaleza, al igual que el resto de animales. Es decir, nos veíamos como una parte más del gran conjunto y no como su centro. Fue a partir del Neolítico, en que apareció la domesticación de los animales y su explotación mediante la ganadería y caballería, que cambiamos nuestra cosmovisión por un antropocentrismo abusivo. Nos colocamos en la cima de la jerarquía natural, adoptando una actitud de dominio. 

Más tarde, durante el Renacimiento, el Humanismo reforzó intelectualmente esa concepción. «El ser humano es la medida de todas las cosas», proclamaban pensadores de la época, alejándonos aún más de nuestra conexión con la naturaleza. Conviene reconocer que ello supuso un avance respecto a la visión teocrática medieval, según la cual Dios era el centro del Universo y el ser humano era poca cosa en comparación con él.

Sin embargo, desde una perspectiva científica, sabemos que el universo no tiene un centro definido. Según la teoría del Big Bang, en el mejor de los casos, podríamos hablar de un punto de origen a partir del cual todo se expande, pero ese punto no está, ni ha estado jamás, en la Tierra.

Etnocentrismo y egocentrismo: paralelos con el antropocentrismo

El antropocentrismo, tan característico del ser humano, guarda similitudes con otras perspectivas centradas en uno mismo, como el etnocentrismo y el egocentrismo.

  • Etnocentrismo:
    Esta visión posiciona a un grupo étnico, cultural o racial como el centro del mundo. Ejemplos comunes son el eurocentrismo, que coloca a Europa y Occidente como referencia universal, o el chinocentrismo, reflejado incluso en el término «Zhongguo» (China), que significa «Imperio del Centro».

  • Egocentrismo:
    Por ejemplo, enfocamos nuestras vidas en maximizar placeres y experiencias para nosotros y nuestros allegados: comidas exquisitas, escapadas, viajes… A menudo presumimos de estas vivencias en las redes sociales, mientras esclavizamos de por vida en jaulas hacinadas a BILLONES con B de seres sintientes a los que privamos de casi todos los placeres y buenas experiencias que tendrían si viviesen en libertad. Para explicarlo de una manera más sencilla: YO, YO, YO (lo que incluye a mis seres queridos, que son una extensión de mí mismo) y los demás me importan poco.

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Esa noción lleva al especismo y a la cosificación de todo lo que no sea humano, así como a su explotación y maltrato, a su uso y abuso.

¡NO DAÑEMOS!: No seamos especistas sin escrúpulos

¡NO DAÑEMOS!: No cosifiquemos

Porque muchos piensan que los animales no humanos están para nuestro uso y disfrute. Pero esa creencia no tiene ninguna base científica, sino que es una norma que se han sacado de la manga los homos sapiens porque les conviene. Desde un punto de vista biológico, los seres vivos no nacen con la finalidad de servir a nadie, sino que simplemente nacen, con un código genético orientado normalmente a la supervivencia, concretamente la suya, de su descendencia, su manada y en general de sus genes.

La Ley del Embudo

El antropocentrismo va muy unido a la Ley del Embudo, ancho para nosotros y estrecho para los demás. Por ejemplo, a bastantes humanos les encanta que haya depredadores para otras especies, afirmando que así se mantiene el equilibrio de la naturaleza, pero no para los seres humanos, a pesar de que su sobrepoblación es la que está causando estragos a la misma.

¡NO DAÑEMOS!: Seamos imparciales y no apliquemos dobles varas de medir

Otro doble rasero es afirmar que no hay que tener tanta sensiblería con los animales y, por tanto, ver con buenos ojos causarles grandes sufrimientos. Sin embargo, esas mismas personas a menudo esperan que los demás sean extremadamente cuidadosos con sus sentimientos, evitando incluso expresar verdades que puedan incomodarlos mínimamente. co

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El antropocentrismo es arbitrario y oportunista y por tanto aplica también diferentes varas de medir para diversas especies según los que nos aporte cada una. Así, los padres, maestros, medios de comunicación y otras influencias envían a los niños el mensaje de que los perros y gatos son “amigos”, las vacas y gallinas son “comida” y las ratas y ratones son “plagas”. A la mayoría de los niños también se les enseña que los deseos, necesidades e intereses humanos siempre superan a los de cualquier otra especie.

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La educación basada en el antropocentrismo resulta profundamente dañina, ya que refuerza una predisposición natural hacia el abuso. Si a este componente innato le sumamos influencias culturales que normalizan estas actitudes, creamos el cóctel perfecto para la maldad.

Creencias sin solidez

Otro ejemplo de antropocentrismo es estar a favor de la explotación y maltrato animal con el típico argumento de que la carne es buena para la salud. Por un lado, ello no es así, ya que es cancerígena, hormonada y con antibióticos. Y el pescado contiene los minerales y sustancias tóxicas vertidas al mar, como arsénico. En ambos casos, los productos animales tienen cortisol y otras sustancias segregadas por sus cuerpos a causa de su estrés y sufrimiento. Y ello empeora la calidad de esos alimentos, según múltiples estudios, como los de la Universidad de Bristol o de Colorado.

Pero, lo más importante de todo: incluso aunque fuese saludable, no sólo cuenta lo que es bueno para nosotros y nuestros seres queridos, sino también para los demás. Porque no somos el centro del universo, y mucho menos su totalidad. Compartimos este planeta con billones (con B) de otros seres sintientes. Es fundamental aprender a considerar a todos los que nos rodean, no solo a aquellos que forman parte de nuestro círculo cercano.

A lo largo de su vida, cada persona causa el sufrimiento de más de 20.000 animales no humanos. Estos seres sintientes también buscan su bienestar y tienen el mismo derecho a vivir libres de sufrimiento que cualquier otro ser vivo. No se trata solo de nuestra calidad de vida, sino también de la de aquellos que sufren las consecuencias de nuestras acciones, como tenerlos toda su vida en jaulas sometidos a unas vidas miserables.

¿Y si nos dejamos de mirar tanto al espejo?

Por tanto, ¿no sería mejor que dejásemos de mirarnos constantemente en nuestro espejito y giremos nuestra vista para que abarque todo lo que hay a nuestro alrededor?

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Los más antropocéntricos suelen rechazar los derechos de los animales, mientras defienden con firmeza la criminalización con penas de cárcel del aborto incluso en casos de fetos que aún no sienten, siendo por tanto todavía similares a las plantas. Esta postura refleja una falta de consideración hacia el sufrimiento de seres sintientes que no llevan la etiqueta de “humanos”, permitiendo su maltrato y muerte, incluso en actividades como las las corridas de toros o circos con animales domesticados a base de palizas, con una finalidad de mera diversión. Todo ello basado únicamente en la etiqueta taxonómica que portan.

¡NO DAÑEMOS!: Evitemos etiquetas que son carta blanca para dañar 

Dinero y tradición

En el pasado, ciertos sectores de la sociedad se opusieron ferozmente a la abolición de la esclavitud humana, especialmente quienes dependían económicamente de ella, como los propietarios de plantaciones, y los sectores más tradicionalistas. Hoy, observamos una resistencia similar frente a la abolición de la esclavitud no humana, perpetuada por la industria cárnica y otros defensores del status quo. Los principales pilares de esta explotación antropocéntrica suelen ser los mismos: aquellos que se benefician económicamente o que están profundamente ligados al orden establecido, resistiéndose al cambio a pesar de su evidente injusticia.

Seamos conservadores con lo bueno y progresistas con lo DAÑINO

Pero, al final, el bien probablemente triunfará sobre el mal. Sin embargo, para que ello suceda, necesitamos tu ayuda, porque:

“Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada.”

Edmund Burke

Aprendamos de los países más avanzados

Gracias a personas compasivas y comprometidas, vamos avanzando en la buena dirección, hacia la cima de la montaña, sobre todo en los lugares más avanzados, como Suiza, Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Austria o California.

Y ello sucede no sólo en el Primer Mundo, sino también en países en desarrollo como la India, donde además de leyes protectoras de los animales tienen una fuerte cultura vegana y de respeto hacia ellos. Todo lo anterior está vinculado a la concepción hindú, budista y jainista de la “ahimsa” (no violencia) y de no hacer daño a otros seres sensibles.

En África tenemos, por ejemplo, a Tanzania, que cuenta también legislación contra la crueldad con los animales y donde se sacrifican y consumen relativamente pocos de ellos. Además, tienen mucha ganadería extensiva en comparación con la intensiva. 

Y en Latinoamérica conviene destacar a México, donde la Cámara de Diputados aprobó un Dictamen para modificar el Art. 73 de la Constitución con el fin de recoger la protección del bienestar animal. Y donde diferentes estados han ido aprobando normas protectoras bastante avanzadas.

¿Qué puede hacer una persona empática y ética para combatir antropocentrismo y  avanzar con los derechos de los animales?:

  1. Conocer.
  2. Compartir. 
  3. Educar a los niños y adolescentes.
  4. Elegir opciones vegetales.
  5. Votar a partidos políticos comprometidos con el bienestar animal.
  6. Firmar en campañas.
  7. Convencer.
  8. Donar dinero.
  9. Hacerte voluntario.

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¡SEAMOS COMPASIVOS!

Cada acción cuenta. Construyamos juntos un mundo más justo y respetuoso para todos los seres que sienten.

¡NO DAÑEMOS!: Seamos buenas personas

Gracias por compartir este mensaje y ser parte del cambio,

 Xavier Paya 

Iniciativa ¡NO DAÑES!

www.institutodelbienestar.com

NO HAGAMOS DAÑO A NADIE, salvo legítima defensa contra el agresor

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Con la iniciativa ¡NO DAÑES! luchamos por evitar que te causen ningún tipo de sufrimiento o daño a ti, tus seres queridos y los demás.

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