¡NO DAÑEMOS!: EVITEMOS EL MATRIARCALISMO PSEUDOFEMINISTA
Evitemos los daños a las mujeres, defendamos sus derechos y, por tanto, evitemos también el extremismo pseudofeminista. Éste tiene un cierto parecido, aunque a mucha menor escala, con el patriarcalismo machista, y es muy diferente al verdadero feminismo, que es liberal de vivir y dejar vivir y respetuoso.
Forma parte del extremismo de izquierdas y se caracteriza por un autoritarismo femenino, porque las matriarcas no sólo quieren decidir sobre su vida, sino sobre la de los demás, y especialmente sobre la de otras mujeres: cómo deben ir vestidas y cómo no, cómo puede ser su vida sexual y cómo no, qué se puede decir y qué no, en qué pueden trabajar y en qué no, como hacen con las prostitutas (pero no con los prostitutos). Menos mal que todavía no dicen cuándo pueden respirar y cuándo no. Se trata por tanto de uno de los diferentes tipos de autoritarismo, tan típico de la ultraizquierda.
No es que estén empoderadas, sino que ejercen un sobreempoderamiento
entrometido y mandón, que se mete en la vida de los demás, donde no les llaman
ni son bienvenidas. De forma parecida a aquellas clásicas suegras que disfrutaban ejerciendo el poder con sus nueras, a estas neomatriarcas les encanta mangonear, enredar y a veces incluso dar por saco.
Como todo despotismo, es arbitrario y con un pobre sentido de la justicia, por lo que aplica sistemáticamente dobles varas de medir muy grandes y reacciones muy desproporcionadas a cada tipo de abuso o incluso a no abusos.
Por ejemplo, en el país donde vivo se da la paradoja de que esas matriarcas suelen callar frente a la mayor parte de los macro y medianomachismos, como los mencionados en ¡NO DAÑEMOS!: Defendamos los derechos de las mujeres, especialmente cuando los perpetradores son inmigrantes, sobre todo musulmanes, pero ponen el grito en el cielo por no machismos. Algunos casos son los siguientes:
Rasgarse las vestiduras porque una niña en carnaval usó LIBREMENTE el disfraz que le hacía ilusión de enfermera sexy. Un/a feminista de verdad piensa que la niña tiene derecho a vestir lo que le haga ilusión porque es dueña de su cuerpo y de su vida mientras no haga daño a nadie.
Crear un gran escándalo porque en un bar algunas chicas chupaban el pene a chicos a cambio de que el establecimiento les invitase a copas. El dato clave era la LIBRE voluntad de todos ellos y el consentimiento del dueño del local, así como que los que observaban esa escena también lo hacían LIBREMENTE. Un/a feminista de verdad diría que esas chicas eran libres de ejercer su sexualidad libremente siempre que fuese consentida por la otra parte.
Plantear prohibir la etiqueta de unas botellas de vino que consistía en un cuadro de un pintor en que se veía una mujer en bikini en una playa.
Alzar la voz por comentarios que para nada tienen que ver con la desigualdad de derechos entre géneros. Emplean gratuitamente el término “machista” como simple descalificativo para desprestigiar a quien dice o hace algo con lo que no están de acuerdo, de la misma manera que lo hacen con el insulto “fascista” contra gente que no tiene nada que ver con esa ideología.
Al extremismo pseudofeminista, como a cualquier fanatismo sectario, le encanta latigar públicamente a quien se sale de su ortodoxia, como se hacía en la Edad Media. Intentan crear una censura que limite la libertad de expresión, así como imponer su doctrina ideológica a todos.
La aplicación discrecional de dobles varas de medir a veces llega a tal extremo que parece el mundo al revés, como la paradoja de crear un gran revuelo por un beso no consentido pero al mismo tiempo ser cómplice con el despotismo ultramachista del régimen de Irán y del de Hamás en Palestina.
Así, callaron cuando la policía de esa teocracia totalitaria mató a Masha Amini por llevar “mal” el velo. También lo hicieron cuando, como consecuencia de ello, hubo las manifestaciones que ocasionaron que numerosas activistas pro-derechos de las mujeres fuesen encarceladas, torturadas y violadas por dicha dictadura opresiva. Nada dijeron cuando la policía disparaba a pechos y genitales de las manifestantes.
Cuando las mujeres iraníes pisoteadas por reclamar sus libertades más necesitaban nuestra ayuda, la antigua Ministra de Igualdad, la misma que condenó de forma desproporcionada un beso no consentido y no paró hasta que ello tuviese una gran repercusión mediática, se negó a recibir a las iraníes y a los activistas españoles de Amnistía Internacional que se manifestaban frente a la Embajada de Irán. Es más, hizo incluso alguna declaración en su contra. Alguno podría argumentar que esa postura tan indiferente al sufrimiento de mujeres pisoteadas por machistas fue debido a que tiene lugar en un país lejano, pero entonces, ¿por qué si se posicionan tanto a favor de Palestina?
Las matriarcas también callaron cuando otra iraní murió por no llevar el velo “de forma correcta” y probablemente fue la Ministra de Igualdad la que movió hilos para conseguir que apenas tuviese cobertura mediática.
Para colmo, su partido acepta donativos de millones de euros que la tiranía anti-mujer (libre) iraní. Para un/a feminista de verdad esa complicidad en contra de activistas torturadas sí es un verdadero escándalo de mucha gravedad.
Les encantar arremeter contra alguna conducta poco dañina o incluso no dañina de algún hombre blanco europeo, mientras miran hacia otro lado con grandes agresiones y crímenes causantes de mucho sufrimiento llevados a cabo por inmigrantes no occidentales, especialmente cuando son musulmanes, e incluso cuando son muy evidentes porque están gravados con cámaras.
Se podrían poner más ejemplos, pero la idea principal es que mientras l@s feministas buscan la igualdad de derechos y respetan la libertad de las mujeres, las matriarcalistas intentan imponer su moral autoritaria, a veces puritana, con un fuerte componente ideológico.
El feminismo de verdad se demuestra posicionándose cuando los derechos de las mujeres son de verdad vulnerados, especialmente cuando lo son flagrantemente, ante lo cual las matriarcas pseudofeministas suelen callar, ya que ello sucede sobre todo en el mundo musulmán.
El auténtico feminismo es libre, librepensador, justo y proporcional frente a cada tipo de abuso, mientras que el extremismo pseudofeminista es dogmático, gregario y rebañista, similar al tradicionalismo religioso.