Cada sociedad tiene injusticias prohibidas, pero maldades normalizadas, unas canalladas condenadas y otras permitidas. Algunos tipos de porquería las tira al cubo de basura, pero otros los coloca en una estantería como si de un jarrón o un figura decorativa se tratase. Por ejemplo, a los judíos les parecían crueles los sacrificios humanos de niños que practicaban los cananeos. En cambio, consideraban acertado matar mediante lapidación a un hijo que fuese desobediente con su padre, ya que eso en lo que ordena el Antiguo Testamento, pues el hijo desobediente tenía la etiqueta de «victimizable».
A los conquistadores españoles de América les parecían despiadados e incivilizados los sacrificios humanos masivos de los aztecas y mayas, pero no lanzar sus perros asesinos a indígenas homosexuales para destrozarlos o quemar en la hoguera a los nativos o judíos conversos que no siguiesen a rajatabla la doctrina y ritualia católica.
Y los imperialistas británicos no eran muy diferentes, ya que en la India les horrorizaba la ceremonia hindú del Sati, por la que quemaban a en la hoguera a viudas vivas. Pero al mismo tiempo en África tenían normalizado el uso de los latigazos como práctica del día a día para conseguir la productividad que ellos querían de los negros en sus explotaciones. Hasta el punto de que debatían sobre cuántos latigazos dar y en qué partes de cuerpo, pero no el hecho de darlos. Y también les parecía aceptable que, en la metrópolis, a los que se rebelaban contra las autoridades los arrastrasen con caballos desde la prisión al lugar de ejecución pública. Y una vez allí, los ahorcasen hasta CASI morir, para luego cortarles sus genitales, sacarles sus vísceras, ESTANDO TODAVÍA VIVOS, y finalmente cortarles la cabeza y otras partes del cuerpo.
Y en la actualidad sigue sucediendo esa doble vara de medir de combatir algunos abusos, pero permitir otros. Así, en muchos países con mayoría de cristianos o musulmanes tradicionalistas está prohibido el robo, pero es lícito el secuestro de homosexuales inocentes para encarcelarlos en prisiones.
O en muchos países con mayoría de religión musulmana está penalizado el asesinato, pero incentivada socialmente la estigmatización (en la familia, círculos de amigos y a todos los niveles) y la muerte civil de aquellos cuyo único mal es haber dejado abiertamente el islam, a los que llaman apóstatas. Y por si fuese poco, esa normalización de la injusticia es aumentada con leyes que les anulan sus matrimonios, les dejan sin sus hijos, herencias, propiedades y en, en algunos países fundamentalistas, hasta su vida.
Otro ejemplo en países con mayoría cristiana tradicionalista es prohibir la violación, pero ver como natural destrozar la vida a una adolescente de 15 años que se ha quedado embarazada y ha abortado un feto que todavía no tiene sistema nervioso y por tanto no siente. Ella no ha causado ningún sufrimiento a nadie, dado que el feto todavía es un ser vivo no sintiente, como una planta, pero a ella la sociedad le causa un gran daño psicológico y existencial al tenerla encerrada durante muchos años en una cárcel, en bastantes países en condiciones penosas, donde es posible que sufra maltrato.
Incluso en los países occidentales más civilizados (o menos incivilizados, según se mire) son rechazadas muchas barbaridades, como la tortura. Pero otras están aceptadas social y legalmente, como el secuestro, encarcelamiento en jaulas, explotación y maltrato de seres sintientes no humanos en granjas industriales y laboratorios. Ello es así sobre todo si es por una «buena causa», como hacerlo por nuestros hijos y seres queridos.
Otro ejemplo es la crueldad de meter en prisión durante años, con daño moral que supone, siendo además obligados a convivir con psicópatas, a personas que no han causado ningún sufrimiento a nadie y que simplemente han incumplido la normativa fiscal, laboral o urbanística. O que han practicado la eutanasia a alguien que se la pidió, no causando ningún perjuicio, sino todo lo contrario, pues terminó con los sufrimientos de su paciente.
Y lo mismo se puede decir de la normalización de bombardear, matar y destruir los hogares de habitantes de territorios que han decidido independizarse porque una amplia mayoría lo desea, como ha sucedido en el Donbás por parte de Ucrania y con la complicidad de Occidente. O, a muchísima menor escala, en Cataluña, en que los policías golpearon a inocentes cuyo único pecado fue votar en un referéndum que quería la amplia mayoría de esa región.
Al final, el crimen siempre es crimen, por mucho que sea admitido socialmente y legalizado, del mismo modo que una hez siempre es caca aunque alguien decida convertirla en una divinidad.
Por tanto, cuanto más psicópata, egocéntrico, seguidor de la manada, tribal y tradicionalista es una persona más naturaliza las fechorías admitidas por su sociedad. Y cuanto más justo-recta-justiciera, noble, mentalmente independiente, abierta y reformista es más, quiere terminar con esa normalización.
Debido a esa jaula mental, que tiene un fuerte componente de amoralidad, es común en el género humanos ver claramente la maldad de las injusticias típicas de otras culturas, pero no las que están normalizadas en la nuestra propia ¡ABRAMOS YA LA JAULA Y SALGAMOS DE ELLA!
¡Y SEAMOS CIVILIZADOS! Vemos como analfabrutos y arcaicos a humanos del pasado porque tenían prácticas normales para ellos, pero barbáricas para nosotros. Pero en el futuro probablemente nos verán de esta manera a nosotros por el mismo motivo.
¿Qué podemos hacer para conseguir la desnormalización de todo tipo de atropellos?:
1. Concienciar a los adultos, compartiendo, convenciendo y haciendo pedagogía. Incluso ejercer la presión social.
2. Educar a los niños y adolescentes, ya que son como un libro que en parte está en blanco y lo que escribamos en él probablemente permanecerá.