El buenismo consiste en mostrarse excesivamente comprensivo, indulgente y protector con los victimizadores, casi tanto o incluso más que con la propia víctima.
Se centra demasiado en las causas que empujaron a los primeros a abusar, en entender por qué lo hicieron, pudiendo incluso llevar a considerar al agresor como una víctima de dichos factores externos. En vez de dar prioridad a que la víctima sea justamente reparada por el abusador, tiende a quitar a éste la responsabilidad y atribuirla a otros, como al conjunto de la sociedad, la desigualdad social, etc.
Por ejemplo, en un gran atentado islamista en Estados Unidos, algún periodista buenista quitó la culpabilidad a los terroristas para dársela al derecho a portar armas y, por extensión, a la sociedad americana en general. Pero ello tiene tan poca solidez como el vapor de agua, ya que en Europa no existe ese derecho e igualmente los yihadistas fabrican bombas en sus casas.
Debido a esa diferente legislación, en el Viejo Continente los buenistas se ven obligados a buscar otras narrativas justificadoras de los atropellos de los fundamentalistas islámicos. Por ejemplo, en el atentado en las Ramblas de Barcelona que causó 16 muertos y alrededor de un centenar de heridos, hubo quien lo atribuyó a la desigualdad y las condiciones económicas. Sin embargo, luego se supo que el padre del terrorista recibía unas ayudas sociales importantes a pesar de que obtenía bastantes ingresos con su trabajo.
Otro relato típico de los ataques yihadistas en Europa es afirmar que son debidos a problemas de salud mental. No obstante, ¡qué casualidad que cuando ello sucede los atacantes siempre dicen “¡Allahu akbar!” y no “Por Jesucristo”, “Por Buda” o “Por la libertad”. ¿No será que la causa no es un trastorno psicológico, sino el adoctrinamiento islamista? Porque, ¿qué sentido tiene que haya una correlación tan grande entre la falta de salud mental con una religión en concreto, pero no con las otras?
Otra excusa que utilizan para quitar la responsabilidad a islamistas radicalizados y dársela a la sociedad de acogida es culpar a ésta de discriminarles, excluirles y no darles oportunidades. Sin embargo, exmusulmanes que conocen muy bien el tema de primera mano aseguran que no es así, sino que la verdadera causa son las poderosas redes islamistas de adoctrinamiento compuestas por mezquitas, madrasas, centros y redes sociales fundamentalistas.
De forma parecida, ante horrores del pasado, siempre hay algún alma sospechosamente comprensiva. Por ejemplo, frente a la esclavitud que practicaban nuestros ancestros hay algún buenista que los exculpa afirmando que lo hacían porque creían que los negros no eran humanos, sino animales. Como si se tratase de un simple malentendido y ello les quitase la responsabilidad por todos los sufrimientos que causaron y de los cuales eran conscientes.
Otro argumento que utilizan (por ejemplo, con los sacrificios humanos), es que no debemos juzgar a civilizaciones del pasado según nuestros valores actuales. Pero sin juicio de valor no podría haber justicia y regiría la ley del más fuerte, siendo el mundo un infierno.
Y hacen lo mismo con otras culturas del presente, para lo que recurren a un relativismo cultural. Es decir, consideran que los modus pensandi y operandi de otros pueblos son tan válidos como los nuestros. ¿Eso quiere decir que la forma de pensar nazi y su forma de actuar con los judíos y el resto de millones de víctimas es tan buena como los que luchaban contra esas violaciones de derechos humanos?
Los buenistas justifican y disculpan a los villanos, lo cual puede conducir a la normalización social de la maldad y, por consiguiente, a la impunidad. Para colmo, estos defensores de los canallas suelen aplicar dobles varas de medir, como ser benigno con los terroristas islámicos pero no con los de extrema derecha, ser indulgente con las violaciones de derechos humanos cometidos por el gobierno israelí, pero no los de Hamás, y un largo etcétera.
El buenismo está entre la complicidad y la coadyuvancia con los crímenes y abusos. Según el caso, puede encajar en la primera categoría, en la segunda o en la frontera. Se vuelca más en el victimizador que en la víctima, cuando lo justo es que sea ésta la que quede en el centro, de manera que sea amparada y reparada.
En vez de ser buenistas, mejor seamos buenas personas… leer más…
Ello incluye ser al mismo tiempo lo más justo y lo más benigno posible con el abusador, evitando en la medida de lo posible la prisión y el castigo, pero exigiendo que repare plenamente los daños que ha causado a la víctima. Leer más en…