Los seres sensibles no humanos sufren y tienen un rango de emociones como el de los homos sapiens: sienten dolor físico como nosotros, placer, miedo, estrés, tranquilidad, tristeza y alegría. También deseo, satisfacción, frustración, amor, odio, enfado, agresividad, soledad, curiosidad, etc. Incluso tienen conciencia y empatía.
En el caso de los mamíferos, el grado con que experimentan esas sensaciones es similar al nuestro, ya que su estructura nerviosa, de sus receptores del dolor y de las partes del cerebro relacionadas con esas emociones, como la amígdala o el cerebelo, son parecidos. Incluso las hormonas que intervienen en dichas sensaciones son las mismas. Los mamíferos somos posiblemente más similares entre nosotros que los diferentes tipos de árboles entre ellos.
De hecho, si diseccionamos un animal en dos veremos que muchos de ellos por dentro son muy similares a los seres humanos: tienen un cerebro, un sistema nervioso, intestinos, corazón, etc. Es más, muchos de ellos comparten la mayor parte de nuestra genética, algunos incluso hasta un 99% de nuestro ADN.
Algunos especistas supremacistas dicen que no se los puede comparar a los humanos porque no tienen inteligencia, pero ese relato justificador del abuso tan a la medida de nuestros intereses egoístas como un traje hecho por un sastre no es correcto. Porque, según las investigaciones científicas, mamíferos como cerdos y vacas no sólo piensan, sino que además tienen un nivel de inteligencia similar a niños de hasta 4 años.
Por otro lado, ser menos inteligente no significa sentir menos. Por ejemplo, en los niños de 7 a 11 año la amígdala está más desarrollada que en los adultos, por lo que padecen más miedo y ansiedad, aunque tengan un coeficiente intelectual menor. Una cosa son las funciones cognitivas (relacionadas con el pensar) y otra cosa es sentir. Son tan diferentes como el vino y las patatas fritas. El ejemplo más extremo es la Inteligencia Artificial, que puede procesar una cantidad de información mucho mayor que las personas, así como analizarla, extraer conclusiones e incluso tomar decisiones que se transforman en actos, pero no siente nada. Algo parecido sucede con los robots, parte de las máquinas y las plantas, los cuales tienen inteligencia pero no sensaciones.
Lo opuesto al elevado coeficiente intelectual de la Inteligencia Artificial es un bebé recién nacido, que tiene muchísima menos inteligencia pero puede sufrir mucho. Y lo mismo sucede en otras especies, ya que algunas de ellas cuentan con sistemas límbicos más grandes que los humanos, por lo que los científicos dicen que tienen emociones más complejas y posiblemente más intensas.
De hecho, hay animales con cerebros más grandes que el nuestro, con mayor proporción de tamaño de los mismos respecto al tamaño de sus cuerpos e incluso más complejos.
Como otros seres sensibles sienten, y mucho, tienen derecho a ser respetados y a que no se les causen daños, con la excepción de la legítima defensa. Son libres y por tanto no podemos retenerlos; que estén con nosotros solamente porque ellos deseen estar con nosotros.
¡CORTEMOS YA SUS CADENAS Y LIBRÉMOSLOS DEL YUGO QUE LES HEMOS IMPUESTO DURANTE MILENIOS!
Puede parecer una idea radical, revolucionaria. Y de hecho lo es tanto como, hace relativamente poco en nuestra larga historia, lo era el concepto de que los hombres son libres o de que la mujer tiene derecho a las mismas libertades que el hombre.
Lo anterior es lo ideal, pero es muy diferente a lo real. Porque el número de víctimas animales es inmenso: más de 92.000 millones de animales terrestres son asesinados cada año tras haber sido explotados y maltratados en granjas industriales, laboratorios, espectáculos, etc. A lo que hay que añadir entre 1 y 2,7 billones de peces capturados cada año, la mayor parte de ellos tras haber pasado una vida miserable en una piscifactoría.
Estamos hablando, por tanto, de BILLONES con B de víctimas cada año y de DECENAS DE BILLONES con D y B en cuestión de décadas. Pensemos que el total de la población humana es de tan sólo 8.000 millones y que es Holocausto judío fue de 6 millones. Lo segundo es tan sólo una bolsa de basura en comparación con lo primero, que es un basurero entero.
Pero el problema no es sólo la cantidad de víctimas, sino también el gran alcance de los daños infligidos a esas pobres criaturas cuyo único pecado es no tener la etiqueta adecuada. Algunos ejemplos son los siguientes:
¿Pero qué es todo esto? Es tan malvado que parece que no pueda ser verdad, sino una pesadilla de la que despertaremos en cualquier momento. El sufrimiento que se inflige a los animales no humanos es mucho mayor que el que se perpetra contra los humanos.
Algunos afirman que no hay que tener sensiblería con los animales, pero son los mismos que sí quieren que los demás tengan esa sensiblería hacia ellos mismos. La ley del embudo: ancho para mí y estrecho para otros cuando me conviene.
¡ABAJO CUALQUIER TIRANÍA, TAMBIÉN CON LOS ANIMALES!
¿Qué 10 ACCIONES puede llevar a cabo una persona ética y con empatía para terminar con esas crueldades? Leer en…